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La libertad de Elisa

Por Clochard
La libertad de Elisa A Elisa la sacamos de La Secta hará cosa de dos años. Recibí una llamada tremendamente angustiosa de mis tíos que pedían ayuda de manera desesperada. La chica se había largado con tan sólo dieciséis años con esos chiflados, Los Hijos de Saturno o alguna idiotez parecida. Predicaban el amor libre y la salvación de unos pocos elegidos (por supuesto ellos) en un inminente holocausto, decían que Dios era un extraterrestre que volvería a la tierra para llevarse con él sólo a quienes hubiesen visto la verdadera luz.
Mis tíos llevaban un año sin saber nada de su hija, no les estaba permitido establecer contacto de ningún tipo con ella y una especie de portavoz de La Secta se limitaba a informarles de que "la hermana Elisa" se encontraba en un estado superior de felicidad a la que ellos mismos podrían acceder si hacían caso de los folletos que oportunamente depositaba en sus manos.
Cuando recibí aquella llamada me enojé al principio por la tardanza en informarme de lo que sucedía, para algo yo era quien me ocupaba siempre de resolver los problemas en nuestra familia. Sin embargo inmediatamente me puse manos a la obra, un par de llamadas a un Juez que me debía un favor y al día siguiente varias patrullas de policía desmontaron el chiringuito de aquellos chiflados. No les cayeron muchos años, posesión de drogas y armas, retención ilegal, lo suficiente para mantenerlos un tiempo entre rejas. Y sobre todo para poder recuperar a Elisa y volver a tenerla entre nosotros.
La cosa no fue fácil, a aquella muchacha le habían lavado el cerebro de tal modo que se negaba a reconocer a su propia familia y reaccionaba de manera violenta ante las muestras efusivas y comprensibles de cariño de sus sufridos padres.
Decidí que tanto ella como sus padres viniesen a vivir a mi casa que era grande y espaciosa y situada en un terreno en el campo alejado de la multitud de la ciudad que parecía aturdirla aún más. Reposo y tranquilidad era lo que los médicos, psicólogos y psiquiatras que contraté habían recetado para su pronta recuperación.
Ahora Elisa tiene todos los cuidados que necesita y el amor de su familia del que jamás debió alejarse. Duerme mucho durante todo el día debido a las pastillas que debe tomar para tranquilizarse y todavía no permitimos que salga a la calle a no ser que sea a la Iglesia para reconciliarla con la verdadera historia de Nuestro Señor. No queremos que sus antiguos amigos vengan a visitarla para que no la conduzcan de nuevo por el mal camino y tampoco dejamos que vea la televisión ni lea periódicos o revistas con todo ese pecado y libertinaje moderno que pulula por ahí.
Sé que es duro, pero todo lo hacemos por su bien.
De vez en cuando subo a su habitación para ver si necesita algo y atenderla con todo el cariño que necesita, entonces me doy cuenta de que esa niña todavía lleva el diablo dentro, me seduce haciéndose la dormida y mostrándome su tentador cuerpo, consigue que piense en todo lo que habrá hecho con esos tipos de la secta y no puedo evitar poseerla mientras ella disimula haciéndose la estrecha. Luego, horrorizado por lo que me ha obligado a hacerle tengo que pegarle mientras le recito la palabra de Dios.
Su recuperación será lenta y dura, pero todo es por su bien, por el bien de Elisa.
La libertad de Elisa

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