La maldición de Shirley

Me encantaría contarles mis impresiones sobre la vida de alguna escritora feliz. El problema es que muchas autoras residen en sociedades y países que se empeñan en amargarles la existencia. Es difícil encontrar una mujer que pueda compatibilizar la presión social por casarse, tener hijos, encargarse de todas las labores domésticas y de crianza, y escribir libros con fundamento y de éxito, sin caer en la neurosis, la ansiedad y la depresión.

Es bastante probable que Shirley Jackson, creadora de cuentos y novelas de terror tan conocidas como La maldición de Hill House (1959), tuviera un carácter peculiar. Si nos atenemos al personaje que interpreta Elisabeth Moss, ayudada por su parecido físico con la autora, en la película , dirigida por Josephine Decker, el humor negro y la ironía campaban por sus anchas en una mujer que intentó aplacar el dolor con malos hábitos, adicciones y la creación de un mundo terrorífico. Tenía su propia maldición en casa, un marido, profesor de educación superior, que le regaló continuas infidelidades y que controlaba sus finanzas. Shirley Jackson fue reconocida en vida y comenzó a ganar más dinero que su pareja, lo que suponía un dardo directo al orgullo del marido.

La película, que obtuvo el Premio especial del Jurado, en la categoría de Drama, en el Festival de Sundance en 2020, no es una biografía al uso de la escritora, es más bien una recreación del estado de ánimo de Shirley Jackson, del ambiente asfixiante, tan maldito como el de que sus relatos de terror, en el que vivió al final de su vida, cuando la fuerte ansiedad generalizada le impedía salir de su casa. La autora soportó las convenciones sociales de la época, dio a luz a cuatro hijos, y creó sus propios escenarios asfixiantes, visiones y maldiciones, quizás reflejo de los que vivía en carne propia, al tiempo que evasiones en las que intentar escribir su propio destino.