Revista En Femenino

La 'mili' que nos queda

Publicado el 08 marzo 2011 por Historiadea
Pocas cosas hay tan bonitas, didácticas y divertidas como la burocracia. En este país _del resto no opino_, donde nos gusta más un papel que a un tonto un lápiz y donde hasta para ir de cámping hay que tener el certificado de penales limpio como un jaspe, querer constituirte como empresa es, con permiso de Bruneleschi, tanto o más laborioso que construir la cúpula de la Catedral de Florencia.
Como bien dije hace algunos posts, resulta que el Bombónido y la menda andamos en ese indefinible kilómetro cero que supone, una vez se ha dado rienda suelta al proyecto que venimos mascando hace más de un año, pasar por el aro legal y cumplir con los requisitos burocráticos que supone evolucionar de asalariado a empresario. En nuestro caso, y dada la naturaleza de la cosa, acoquinar _y papelear_ en concepto de Ley de Protección de Datos, seguir acoquinando por Registro de Patentes y Marcas, soltar un poco más de pasta por aquello de la constitución de empresa y pagar lo debido por las aplicaciones tecnológicas que han sido necesarias para soportar el proyecto de marras. Eso, aún sin haber empezado a rodar de puertas para afuera ni haber cobrado un euro por algo que _en ello nos va la fe y el bienestar de nuestros pequeños_ es el talismán que abre la puerta del resto de nuestra vida.
Pues bien... Volviendo al tema que me ocupa, uséase, el de la burocracia y los papeles de la paella, resulta que aquí _nótese literal y geográficamente el aquí_ casi todo Cristo está pegado como un moco a la hora de darte información práctica y verdaderamente útil en lo concerniente a subvenciones, ayudas y todo aquello relacionado con poner en pie una empresa de índole tecnológica y, para más inri, transfronteriza. Porque, claro, ¡quién nos manda a nosotros presentarnos en las ventanillas convencionales hablando en suajili sobre nichos de mercado emergentes y demás zarandajas, Maripili, que somos unos snobs y unos tocagüins funcionariales!...
Ya se nos podía haber ocurrido a mí y al Bombónido, por poner un ejemplo, montar un asador de pollos, que casi no requiere know how, le plantas un nombre que no te va a robar nadie _Don Pollo y su clueca madre buscan gallo en Alcobendas, mismamente_ y, además, como todo hijo de vecino sabe, es un negocio con garantía fresh banking que tiene un futuro del crestón ya que, según arroja un sesudo estudio sobre la demanda de pollo en España y otros países, aquí y en Lesotho nos los comemos hasta con plumas. Eso sin contar con que toda la familia, que es la financiera más directa a falta del famoso colchón que todo españolito tiene menos nosotros, estaría encantada de participar _crematísticamente hablando_ en el bussiness.
Pero no, va a ser que no... Va a ser que entre esta semana y la que viene nos toca pasar por algunas ventanillas más, reunirnos con los popes de la avanzadilla digital de la tierra que nos ve residir, acumular burocraria y folletos para aburrir _como si hubiéramos pasado compulsivamente por FITUR_ y dar dieciocho vueltas de campana para venir a parar, ya lo veréis, mismitamente a este punto desde donde hoy escribo: mi súper escritorio con conexión ADSL a través del cual el Bombónido y la que suscribe venimos supliendo todas las carencias informativas y gestoras de quienes nos llevan 'asesorando' _con muy buena intención, eso sí_ desde que empezamos a airear nuestras extravagantes intenciones empresariales.
Del acoquinar ni hablamos, que aún no sé de dónde van a salir los contantes y flamantes euros que hacen falta para empezar a rular sin que nos denuncien, con razón, por ilegales. Imagino que, como siempre, iremos improvisando sobre la marcha porque aún está por ver _Plan de Negocio prometedor y viable sobre la mesa_, que alguna de esas entidades sociales, comprometidas pero sobre todo bancarias que tanto se ufanan en apostar por los proyectos y las personas, nos dé algo más que los buenos días cuando nos personemos _que habrá que personarse, digo yo_ a pedir algo de crédito para darle un empujón a los sueños.
Como diría alguien a quien aprecio más que mucho, ¡anda que no nos queda 'mili'!...

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