Revista Música

La música de todos los días

Por Joello

El director Mark Wigglesworth en su blog "Shaping the invisible" dentro del sitio de la revista Gramophone, ha hecho una entrada que me ha parecido bastante interesante. Hace una reflexión sobre el daño que puede estar haciendo la cantidad de música que nos rodea hoy en día, afectando nuestra capacidad de escuchar. 

Se puede ver la entrada original (en inglés) aquí.
Me permití hacer una traducción de la entrada completa, la cual comparto en mi blog, sin mayor intención que compartir la información:
Música ocasional ¿Nuestra capacidad para escuchar puede ser afectada por la cantidad de música que nos rodea hoy en día?

La era digital nos brinda acceso casi ilimitado a música de todo tipo. La tecnología beneficia a millones de personas pero a la larga,  esta condición ubicua de la música amenaza justamente el fin que ella buscaba promover. En el siglo XIX escuchar música era un acontecimiento especial, rara vez se escuchaba por accidente. Lo que surgió en el siglo XX como un deseo de compartir la belleza de la música y extender su presencia, puede que ahora en el siglo XXI nos esté forzando a  enajenarnos de sus sonidos, haciéndonos perder la capacidad de disfrutarlos.
La disponibilidad de la música no es el problema, sino el hecho de que rara vez tenemos la oportunidad de escaparnos de ella. Casi siempre, salir a la calle significa estar acompañado de un constante e interminable soundtrack sobre el cual las ideas y pensamientos luchan por hacerse escuchar entre la multitud de melodías que invaden nuestra mente. La escucha debería ser siempre una decisión propia y no algo diseñado para mantenernos tranquilos y relajados (al estilo de 1984 de George Orwell). De hecho se ha probado que los sonidos no deseados elevan la presión sanguínea y deprimen al sistema inmunológico. Aunque sabemos desde los tiempos de los antiguos griegos  que escuchar música es bueno para la salud, estudios actuales que investigan cualidades benéficas de ciertos tipos de música sobre nuestro ritmo cardíaco muestran que las personas están incluso más relajadas cuando la música se apaga.  Díganle eso a los hospitales que poco a poco van introduciendo música de fondo (aparentemente, para ocultar conversaciones privadas) o a los centros de spa que la usan como una manera de ayudarnos a calmarnos.La paz interior no viene gracias al apagar en sí. Viene de concentrarse en el silencio que todos deberíamos tener disponible cuando quisiéramos. 
La única manera de lidiar con este ataque constante a nuestro sentido auditivo es desarrollar maneras de no ser afectados por él. Mucha gente ya no nota la música de fondo. Está creciendo una generación que cree que un constante flujo de notas haciendo ruido a través de un auricular es parte de un uniforme contemporáneo, sin el cual no pueden vivir. Pero la habilidad de llevar simultáneamente una conversación normal sugiere que la música está siendo más oída que escuchada. Oír es meramente un fenómeno fisiológico, mientras que escuchar involucra tanto al cerebro como al corazón dentro de un contexto cultural específico único para cada uno de nosotros. La música debe demandar nuestra atención y  hay un riesgo de que al forzarla a ser oída pasivamente, nos haga perder nuestra capacidad de escucharla activamente.
¿Acaso nuestra sociedad está aterrorizada por el silencio? ¿Es por eso que los momentos más silenciosos en las presentaciones son frecuentemente aquellos que hacen que el público esté más inquieto? Experimentar el silencio es un privilegio cada vez más raro. Aún cuando solo en relación al silencio, el sonido puede tener un significado. Toque usted el piano sin soltar el pedal y no tomará mucho tiempo para que las notas pierdan cualquier propósito y perspectiva. Si hay demasiada luz, nadie puede ver las estrellas.
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Semejantes observaciones hemos hecho en "La costumbre de escuchar música". Y reflexionando sobre estos temas, vale la pena recordar el Para qué sirve la música y por supuesto la indispensable diferencia entre el Oír y el Escuchar.

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