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Las bondades del bondage

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Lo lamenta. Ella también va a hablarles de “Las 50 sombras de Grey”. Aún están a tiempo de dejarlo. Pero no quiere hablarles de la película de sexo light, aparentemente sofisticado y amable, quiere hablarles del fenómeno en sí que dice mucho de esta sociedad cohibida, aniñada y estúpida.

Las bondades del bondage

Buceando en sus archivos, ha descubierto que ya les había hablado del libro en dos ocasiones. Una en abril de 2012, un par de meses antes de que el bautizado como porno para mamás llegase a la península –cuando E.L. James era una auténtica desconocida- y después, en agosto de 2012, cuando confesaba haber caído en la tentación pero sólo la puntita y haber conseguido devorar la primera entrega.

Superado el trance inicial, con furor uterino incluido, su chico corrió rápidamente a la librería más cercana a comprar el segundo volumen a ver si había suerte pero no consiguió pasar de las primeras páginas.

Nadie discute que el libro no es literatura. Que el estilo brilla por su ausencia. Que es machista, fetichista, ridículo, un cuento de hadas de vírgenes y millonarios. ¿Y qué? El libro es lo que es. Es como si al porno casero se le juzgara por la iluminación. O por una deficiente realización mientras el espectador pone más atención en el raccord y en los saltos de eje que en los botes mamarios de la señorita ensartada.

El libro -y por ende la película- ha conseguido lo imposible: que legiones de mujeres encuentren su libido perdida soterrada como estaba bajo toneladas de pañales, facturas, estreses y prejuicios. Que vayan al chino más cercano  y se pongan creativas tratando de comprar un antifaz digno. Que hayan descubierto que el sexo de todas la vida se llama el sexo vainilla, que hay una cosa que se llama bondage y que alguna, incluso, se haya reencontrado con el placer. De la lectura, dice.

 


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