Revista Cultura y Ocio

Libertad

Publicado el 27 junio 2012 por Gonzaloalfarofernández @RompiendoV
La palabra libertad es tan bella como espumosa. Es como una espía rusa, que nunca se sabe si ciñe su cuerpo con satén o con plomo. Así que de la suerte depende que te alivie las penas con saliva o a balazos. La RAE le concede, encandilada por su sensualidad, hasta doce amantes. Una nebulosa de nociones que satisfacen casi todas las aspiraciones existenciales, desde las más exigentes hasta las más conformistas. Según nuestro ánimo, nuestra ética y nuestra disposición, así tanto podemos regodearnos con el sentimiento de su posesión como lamentarnos por su ausencia. De nuestra imaginación y temperamento depende, como las musas. Vamos, que una mala noche y se te escurre entre las sábanas.        En cualquier caso, existe una especie de convenio tácito que proclama su defensa a ultranza, aun cuando no nos pongamos de acuerdo en qué consiste exactamente eso de ser libres.
   La batalla de la libertad, se dice, es una de las más nobles que puede librar el ser humano. Y estoy de acuerdo. Una batalla en la que jamás se debe claudicar. Se conviene también en que la libertad exige estar alerta para combatir contra todo aquello que la amenaza. Necesita, por tanto, previsión, capacidad de discernimiento, perspectiva histórica y un poco de psicología. Algo difícil, todo sea dicho, si seguimos sin definirla claramente.
   Pero a pesar de este inconveniente, lo que sí que podemos afirmar es que un hombre que ama la libertad no puede ser un hombre liberal. Al menos no en el sentido en que hoy se entiende ser liberal. Ya saben, alguien que no tiene cuajo, que es tolerante y permisivo hasta la estupidez, alguien que transige con todo sin criterio, que carece de capacidad de juicio, que es blando hasta la náusea. Sé que me entienden: la autoafirmación chachipirulidel progre al uso y el todo vale del baratillo ideológico.
   No, señores, la permisividad no es propia de hombres libres. El concepto en sí rechina, porque permitir es ceder y ceder es renunciar a algo poseído. Y a la libertad no debería renunciarse nunca. Aunque no se sepa en qué latitud exacta se halla el anhelado paraíso, al menos se deberían reconocer los infiernos que lo rodean. Y lo difícil que resulta superar los caminos enfangados por fundamentalismos varios. Por ello, quien sabe lo que cuesta conseguir las cosas no las pone en peligro tan fácilmente. Ni permanece cruzado de brazos mientras varean alegremente su conquista los malnacidos de turno. Sólo los pusilánimes y los deficientes mentales aplauden la devastadora hazaña. La libertad exige intransigencia contra el fanatismo de cualquier índole que sea, pues todo fanatismo es un paso atrás en el camino hacia la libertad. Incluido el fanatismo demócrata.
   En todo esto suele estar de acuerdo el común de los mortales con dos dedos de frente. Y me alegra que así sea. Donde yo discrepo es en la afirmación de muchos cuando aseguran vivir en un paíslibre. Cuando tal necedad dicen no sé si echarme a reír o a llorar. Porque díganme, ¿qué cuento es ése de que somos libres? ¿Libres de qué, de parásitos y de gonorrea? ¿No vivimos inmersos en una sociedad cuyos hábitos y costumbres no hemos elegido nosotros? ¿Y no condiciona acaso la cultura nuestra forma de pensar, de intuir y de sentir? ¿No debemos adaptarnos a la fuerza a un sistema socioeconómico que jamás refrendamos en las urnas y que nuestro raciocinio detesta? ¿Nos dieron acaso a elegir si preferíamos estar sometidos al arbitrio de infames políticos o bajo la tutela de un comité de sabios? ¿No nacemos unos pobres y otros ricos sin tener culpa alguna de la desigualdad reinante? ¿No debemos someternos a una legislación opresiva que mata hasta nuestros instintos más inofensivos? ¿No vivimos una forma de ser en el mundo que no diseñamos nosotros? ¿No nacemos, en definitiva, bajo unas circunstancias concretas que condicionan fatalmente nuestra existencia? ¿Alguien puede explicarme en qué consiste esta libertad tan cacareada si desde que nacemos padecemos mil yugos? ¿Acaso no es la libertad misma una y otra cosa diferente para según quién y cuándo? ¡¿Qué cuento es ése de la libertad?!
   Ah, claro, a veces lo olvido, se refieren a la libertad de adaptarnos lo mejor posible al absurdo mundo que nos ha tocado en suerte… o morir en el intento… apaleados.
   Que sean felices…

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