Revista Coaching

Los problemas de la productividad personal… y GTD

Por Elgachupas

Lapicero destacadoHan confluido estos días un par de posts interesantes en la blogosfera de la productividad personal en español, uno de Rubén Alzola y otro de mi buen amigo y colega consultor artesano José Miguel Bolívar. En el primero, Rubén comparte cinco problemas que Leo Babauta —el conocido bloguero detrás de Zen Habits—, ha detectado en la gente que ha querido adoptar GTD y no lo ha conseguido. En el segundo, José Miguel nos explica por qué la efectividad personal no es para todos. Casi inevitablemente, hicieron «clic» en mi cerebro. Así que heme aquí, compartiendo con vosotros algunas ideas.

Respeto enormemente el trabajo de divulgación que hizo Leo Babauta en su día, y lo interesante de su propuesta de productividad personal llamada ZTD —acrónimo de Zend To Done—, sobre la que yo mismo ya escribía allá por 2010 en este mismo blog. Lo que me llama poderosamente la atención es que, después de los años, siga habiendo tanta cantidad de personas que aún siguen aspirando a mejorar su productividad personal, reducir el estrés del día a día y hacer un mejor uso de su atención en un mundo cada vez más complejo, utilizando los métodos de alguien que decidió «retirarse» del mundo y eliminar de su vida prácticamente cualquier cosa excepto meditar, escribir, estar con su familia e impartir algún curso de vez en cuando. Es un sinsentido.

Muchas personas se quejan de que GTD implica cambiar muchos hábitos. Parecen ignorar que todo cambio supone sustituir o desarrollar nuevos hábitos, y GTD no es la excepción. Dependiendo del resultado que busques y de tu punto de partida, interiorizar GTD puede significar cambiar bastantes de tus comportamientos actuales. Que GTD implique modificar gran parte de tu forma de hacer las cosas solo es un problema si lo que buscas es un atajo para conseguir resultados rápidos y sin esfuerzo. Y ya sabemos lo que suele pasar con las soluciones rápidas a problemas que tienen cierta complejidad.

Por otro lado, existe la creencia errónea de que los hábitos de GTD tienen que ser implementados todos a la vez. Nada más lejos de la realidad. Existe un conjunto de hábitos básicos que, es cierto, conviene poner en práctica al mismo tiempo, principalmente por las sinergías que se producen entre ellos. Pero definitivamente, existen muchas formas de empezar con GTD. Eso sí, en mi experiencia, y en la de la mayoría de las practicantes experimentados de esta metodología que conozco, interiorizar todas las buenas prácticas propuestas por GTD, hasta el punto en que se conviertan en una manera automática de hacer las cosas, es un proceso que puede llevar hasta dos años. Sin embargo, el orden y el ritmo de adopción de los distintos hábitos dependerá de cada uno.

Hay personas que critican GTD porque no se enfoca demasiado en hacer; otras porque te empuja a hacer demasiado. Algunas más, como Babauta, caen en la contradicción de decir las dos cosas al mismo tiempo, dependiendo del momento. ¿En qué quedamos? En realidad, la cantidad de cosas que capturas no tiene nada que ver con GTD, sino con tu grado de «conexión» con el mundo que te rodea —lo que David Allen llama la cantidad de cosas que llaman tu atención. Igualmente, la cantidad de cosas que termines haciendo, o dejando sin hacer, tiene que ver mas con el grado de compromiso que desarrolles con cada una de esas cosas que con GTD.

Otra crítica habitual es que GTD resulta muy estructurado. Tiene gracia que la crítica principal de otras muchas personas consista en justo lo contrario: que esta metodología los encorseta demasiado. En realidad, GTD es solo un «framework» formado por un conjunto de buenas prácticas, que se adapta especialmente bien a las necesidades del trabajo del conocimiento, y que tiene que ser implementado por cada persona atendiendo a su flujo de trabajo específico. GTD deja un amplísimo margen para su adaptación a la hora de llevarlo a la práctica, que encaja con una gran variedad de circunstancias y necesidades. Otra cosa muy distinta es el entendimiento que tengamos de la metodología y lo hábiles que seamos a la hora de hacer una implementación que realmente nos funcione. Implementar un sistema que sea útil es responsabilidad nuestra, nunca de la metodología.

En general, que existan críticas tan contradictorias —para unos GTD se enfoca en hacer mucho, y para otros en hacer lo menos posible; para unos resulta un corsé y para otros demasiado desestructurado—, me parece muy sintomático de una realidad: el profundo desconocimiento y la pobre comprensión que aún tienen muchas personas de los principios sobre los que se construye GTD. Unos principios que, por cierto, han sido puestos a prueba con éxito por millones de personas en todo el mundo desde hace décadas.

Desde luego, soy el primero en reconocer que el discurso de David Allen es a veces demasiado elaborado, al menos para el hispanohablante, acostumbrado a prescindir de florituras. También reconozco que GTD podría ser mejor si tratara más en profundidad el asunto de la perspectiva —aunque como ya he dicho en alguna ocasión, el objetivo principal de GTD no es ayudarnos a conseguir nuestras metas, sino a trabajar sin estrés, por lo que estrictamente hablando, este punto difícilmente puede considerarse un fallo de la metodología. Y desde luego, a veces Allen hace uso de conocimiento tácito, no evidente, a la hora de explicar algunos conceptos importantes, lo que puede dificultar su comprensión para el recién llegado.

Pero para ser honesto, creo que muchos de los intentos de crítica de GTD, y del mundo de la productividad personal en general, tienen su origen en la incapacidad de muchas personas para desarrollar el tipo de comportamientos que José Miguel denomina «complejos y sofisticados». Curiosamente, muchos de esos críticos fueron en su día ellos mismos practicantes de GTD que, al menos racionalmente, en un principio reconocían el valor de los principios expuestos por la metodología, pero que por algún motivo terminaron abandonando o adaptándola, quitando o añadiendo cosas, según lo que ellos creían que les iba mejor. A mi, esto me parece muy significativo.

La productividad personal es cuestión de hábitos. Algunos de ellos cuesta desarrollarlos más que otros, generalmente porque representan comportamientos muy distintos a los que mostramos actualmente. Casi cualquiera puede cambiar un hábito sencillo, como por ejemplo ir a trabajar por un camino distinto al habitual. Pero desarrollar comportamientos radicalmente nuevos, que en ocasiones «chocan» incluso con nuestras propias creencias, requiere conocimientos y habilidades especiales que pocas personas están dispuestas o son capaces de adquirir.

Respeto que cada persona tenga su visión de las cosas. Todo el mundo tiene derecho a tener una opinión, ¡faltaría más! Pero al final, sobre todo si se trata de conseguir resultados de verdad, lo que importan son los hechos. La neurociencia ya ha explicado porqué funcionan los principios que hay detrás de GTD, y se conoce con bastante detalle los mecanismos que permiten sustituir y desarrollar nuevos hábitos. Así que, si te cuesta trabajo hacer lo que hay que hacer para mejorar tu rendimiento personal, no te agobies, pero tampoco busques culpables fuera. Simplemente, puede que la productividad personal no sea para ti.


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