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Machoexplicación

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Machoexplicación

Entre la moción de censura supuestamente impulsada por Inés Arrimadas, la convocatoria anticipada de elecciones de Isabel Díaz Ayuso y el divorcio de Sara Carbonero, cómo estaría la cosa de revuelta ayer que la persona, digamos, "conocida" con la que más de acuerdo estuve fue Pablo Iglesias (quién me lo iba a decir a mí), cuando machoexplicó a la gente de Vox en el Congreso de los Diputados que solamente hay una diferencia real entre Santiago Abascal y Paca La Piraña: Ella hizo la mili. En terminología conservadora, ella sí "cumplió con España".

Encerrada en su caverna pintarrajeada de números y porcentajes, la Ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, rompió por un momento su imagen de funcionaria preparadísima y reveló su ignorancia en temas más mundanos, preguntando discretamente a Iglesias un ya icónico "¿Paca... QUÉ?". Imagino que él luego le machoexplicaría quién es la susodicha y cuál es su decisiva aportación a nuestro imaginario popular.

Como el vicepresidente segundo del Gobierno tiene esa fama (no sé si merecida) de tío enrollado, es muy difícil que nadie lo llame señoro y diga que lo suyo podría constituir el perfecto ejemplo de machoexplicación o "mansplaining".

A mis taitantos años yo sí que soy un señoro. En dos o tres ocasiones ha habido gente que en redes sociales me ha mandado "a pastar" o me ha espetado un "que si quiere usted bolsa", como si estuviera chocheando o algo así. Eso me pasa por opinar libremente como hombre que soy, también se supone que soy cis, todavía soltero, republicano, federalista, liberal, sin hijos, sano, contribuyente e hipotecado. Tampoco tengo perro. Lo peor de lo peor, vamos. Lo último de la sociedad.

Sí, he dicho que soy hombre cis. Esto es, que pertenezco a ese grupo de individuos cuyo fenotipo sexual es exactamente coincidente con su identidad de género, lo cual hace que difiera de los individuos transgénero. Igualmente me declaro culpable de ejercicio de "manspreading" en primer grado, es decir, me despatarro inconscientemente en cualquier asiento, sea en el tranvía, en la consulta del médico o en el sofá de casa, ocupando más de un asiento y de dos si te descuidas.

Con lo que ya no me identificaría tanto es con el rollo "mansplaining" es decir, con la llamada machoexplicación, esa especie de charleta un poco plasta que un señoro (eso sí lo soy) dirige a alguien, particularmente una o varias mujeres, en tono paternalista. Sencillamente hablo sobre hombres y mujeres en ejercicio de mi más que ganada libertad de expresión, lo mismo que usted habla de fútbol sin ser entrenador, de religión sin ser cura o de monarquía sin ser reina. O sí.

Como decía una compañera de la Facultad hace ya años, yo "observo y comento".

Comentemos: Me parece repugnante que una persona diga abiertamente en redes sociales que una mujer transgénero como la actriz Daniela Santiago es un varón, o que un parlamentario se refiera a su compañera de hemiciclo Carla Antonelli como "el diputado", al igual que también me parece del siglo pasado que todavía hoy en un formulario para acceder a un empleo tengas que decir si eres hombre o mujer, como si eso fuera a estas alturas decisivo para valorar las capacidades de nadie. Y no digamos que en el salón de plenos de una institución democrática todo un vicepresidente del Cabildo pretenda referirse a una consejera haciendo referencia a sus "sueños húmedos", y siga tan feliz en su puesto. Sigue habiendo, por lo tanto, mucho camino por recorrer. Por eso veo terrible que una manifestación feminista o la necesaria tramitación de una ley que reconozca sus derechos al colectivo de personas transexuales, terminen convertidas en arma arrojadiza entre socios de un gobierno, o entre ellos y su -supuestamente- legítima oposición, cuando lo que deberían hacer es debatir sosegadamente sobre cuestiones que son de justicia.

¿Estoy machoexplicándome si digo que cualquier ley requiere de todo el diálogo posible? ¿No soy feminista si abogo por reconocer todos sus derechos a personas transexuales? ¿Soy menos feminista si discrepo de esa teoría de que en 2021 las mujeres tienen "más dificultades para dedicarse a las carreras de ciencias"? ¿Soy feminista si digo que he tenido muchas más jefas que jefes y que casi siempre he sido dirigido por ellas con acierto? Es más, ¿un hombre puede ser feminista?

Al principio de este post me he referido a Inés, Sara, Nadia, Isabel y Paca, cinco perfectos ejemplos de mujeres que han alcanzado total notoriedad en su área de actividad. Mujeres que aciertan y se equivocan como todo el mundo, y que ejemplifican la importancia de que se siga llamando la atención sobre la realidad que viven las que de verdad no han tenido oportunidades. Que se siga hablando de igualdad.

Qué quieres que te diga, ya está bien de ahondar en la división de una sociedad de por sí absolutamente fragmentada. De izquierda y derecha, fachas y comunistas, centralistas e independentistas, republicanos y monárquicos, la casta y los pobres, hombres y mujeres, y ahora también feministas de uno y otro cuño. Despertemos de una vez.

Sobre todo, nos estamos desviando de cuestiones tan importantes como la evaluación del resultado real de los muchos millones de euros que se invierten en España para conseguir una sociedad más igualitaria y justa. Porque todavía hoy demasiadas mujeres siguen sufriendo acoso y maltrato, porque semanalmente en este país que dice estar entre las veintipico "democracias plenas" siguen muriendo mujeres a manos de sus parejas, y porque se ha instalado un irrespetuoso machismo de nueva creación que nos falta el respeto como sociedad, llamando putas, gatas y perras a las mujeres.

Letras misóginas y violentas en las que un chulo se vanagloria de cómo va a abrirte de piernas y a arrancarte las bragas, puta. Y eso lo escuchan nuestros niños y nuestras niñas. Lo comparten en redes sociales y lo cantan y bailan como si fuera algo divertido. Y lo permitimos y hasta lo jaleamos. ¿Qué sucede? Que si nada impide que un niño de doce años escuche esa basura y la interiorice como algo aceptable, puede ser que con trece años sea ese niño el que quiera poner en práctica lo que oye, y que nuestras niñas lo vean y lo acepten como algo normal. Habremos tirado por el retrete, entonces, nuestro valioso dinero público.

Puede ser que quienes hablamos de igualdad y creemos en ella, estemos metidos en la misma caverna en que se encontraba la vicepresidenta Calviño cuando se nombraba a Paca La Piraña, y fuera está la sociedad real, la que se empapa de esas asquerosas canciones que también son profundamente homófobas, y de los programas y series de televisión que ocupan horas y horas de pantalla, cosificando y denigrando a las mujeres.

Pero bueno, dejémoslo en que soy un señoro y me estoy machoexplicando sobre asuntos que no me conciernen como hombre cis, soltero, sin hijos, trabajador y sin perro.

Ojalá más personas como Paca.

Escribir sobre Paca es bien.


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