Revista Educación

Mascarillas en exteriores

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Mascarillas en exteriores

Un 21 de diciembre de 2020, hace ahora un año, la Agencia Europea del Medicamento aprobaba la primera vacuna contra el coronavirus. Es significativo que su directora reconozca que "no esperaba que un año después siguiera siendo una pandemia".

Pero es que llevamos dos años en emergencia sanitaria y todavía hoy se nos sigue culpando de todo en nuestra cara.

Pienso que ya va siendo hora de dejar de insistir en absurdos como que España ha vuelto a superar la barrera de los 60.000 contagios. Proporcionar esos números día tras día, cuando la inmensa mayoría no llegan a los hospitales, me parece una majadería. ¿Por qué no se dice que la tasa de ocupación de camas hospitalarias por coronavirus se situó en el 6,23 por ciento y en las UCI en el 15,77 por ciento? ¿Por qué no dar el dato de que, en Canarias, cuatro de cada diez ingresados son extranjeros no vacunados? ¿Por qué no se insiste en que el espectacular incremento de contagios solo se ha traducido en unos noventa fallecimientos en toda España? ¿Por qué no se tranquiliza a la población si las vacunas funcionan y la variante omicron es contagiosa pero, al parecer, menos letal?

Lo que toca es perseverar en lo mismo que ya conocíamos: Culpabilizar a la población ante la falta de respuesta de quienes nos gobiernan.

Porque no es cierto lo que dicen. No somos culpables de nada.

La inmensa mayoría de los españoles nos hemos vacunado y/o estamos siguiendo las normas razonablemente. Lo mismo tenemos que recordar que el presidente de nuestro gobierno se colocaba al frente de todos los triunfos cuando llegó a proferir en un acto electoral un "hemos derrotado al virus". Poco le falto para asumirlo en primera persona. ¿Alguien recuerda aquel eslogan gubernamental que alguien se atrevió a ensayar de "las calles llenas de sonrisas" y no de mascarillas?

En la mañana de ayer, mientras el bombo de la Lotería de Navidad repartía suerte a unos pocos, Sánchez volvía a sacar pecho con el éxito de la campaña de vacunación, que roza el 90 por ciento, y que hemos aceptado casi sin rechistar, confiando en un criterio médico del que no teníamos total certeza. Unas horas después, por la tarde, con la ciudadanía siendo llamada masivamente a una tercera dosis de refuerzo porque la variante ómicron está infectando a media España, el mismo Sánchez impone el uso de la mascarilla en espacios abiertos como medida estrella. Y por decreto.

¿Mascarilla, dices? Yo no me la quito nunca cuando me junto con gente, y mucho menos en interiores, pero eso de imponerla porque sí en exteriores es una medida tan dictatorial como ineficaz. Mera cosmética. Si a un país en riesgo extremo de contagiarse en su práctica totalidad de COVID-19, con varias comunidades autónomas pidiendo toques de queda, le ofreces como remedio una tercera dosis -que ya se estaba inoculando- y la obligación del uso de tapabocas en la calle, es que tenemos un verdadero problema. El problema de seguir soportando un gobierno que casi dos años después todavía no sabe realmente lo que significa gestionar una situación de crisis.

Mascarillas en exteriores y, por supuesto, nuevas limitaciones de aforos, cierres de negocios y que no vayas a cenar con la familia en Navidad. Tú eres el culpable, ¿recuerdas? Invertir en sanidad pública, en hospitales, en más personal y medios, en atención primaria... En eso no pensaron.

Nadie lo reconocerá, pero nos han dejado solos otra vez. Llevamos dos años solos, y en puertas de la Navidad tenemos que seguir soportando que nos echen la culpa un día tras otro de una sexta ola que no hemos provocado.

Nuestro problema es que seguimos sufriendo el mismo gobierno que empezó negando la crisis sanitaria, al que concedimos el beneficio de haberse tropezado con un problema imprevisible, y que no ha asumido ni una mínima responsabilidad tras dos estados de alarma declarados inconstitucionales. Se endosó la crisis a las comunidades autónomas y se ha renunciado a modernizar la legislación sobre salud pública o aprobar un plan económico a gran escala, financiado con fondos de la Unión Europea, para reforzar y fortalecer el sistema sanitario, toda vez que la vacunación masiva se ha revelado útil pero insuficiente para contener el virus.

¿Qué tenemos? Yo, en concreto, lo que tengo es a varias decenas de amigos y conocidos contagiados de coronavirus, o que son contactos estrechos y no pueden ni hacerse un test de antígenos porque sencillamente no existen en las farmacias.

Lo mismo mañana el contagiado soy yo. Y habrá quien me culpe. Yo mismo me declaro culpable y harto.

Bueno, también tenemos una inoportuna e imbécil campaña del Ministerio de Consumo respecto a si el roscón de Reyes debe o no llevar nata y de qué tipo, imagino que para rentabilizar la presencia mediática que les reportó la huelga de juguetes. Le falta perspectiva de género: ¿Por qué no llamarlo Roscón de Reinas? ¿Y un roscón republicano?

Espero con inquietud lo único que se puede esperar de este Gobierno, una campaña sobre los calzoncillos rojos y la correcta forma de comerte las uvas tú solo, confinado y omicronado en tu habitación, que Nochevieja está a la vuelta de la esquina.

(Y no te olvides de La Palma)


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