Revista Opinión

Mastropiero ya llegó

Publicado el 25 abril 2020 por Manuelsegura @manuelsegura

Mastropiero ya llegó

La muerte en el verano de 2015 de Daniel Rabinovich, uno de los fundadores de Les Luthiers, marcó sin duda un antes y un después en el grupo argentino. Sus memorables diálogos con Marcos Mundstock, fallecido también este miércoles, una de las voces mejor impostadas que uno pueda encontrarse en la vida, pasaron a la historia. Rabinovich era un cómico nato, ya que basaba su actuación no solo en la palabra sino, y esto era lo determinante en él, en una impresionante capacidad para la gestualidad. Tuve ocasión de comprobarlo personalmente cuando los vi actuar en directo, por vez primera, en la década de los ochenta en Murcia.

Pero si hay algo que me ha venido a la mente tras conocer el deceso de Mundstock, otra de las almas de Les Luthiers, ha sido el referente que el grupo tuvo desde su fundación: Gerardo Masana. Con Mundstock, Rabinovich y Jorge Maronna fundó esta formación a finales de los sesenta, tras escindirse los cuatro de I Musicisti. Masana contaba con 30 años de edad mientras los otros tres iban desde los 24 de Mundstock a los 19 de Maronna. Este último sería el que ideara el nombre, sobre la multiplicidad instrumental que ellos mismos eran capaces de alumbrar en su taller. Algún tiempo después, Rabinovich, de 23 años, optó por finalizar sus estudios de escribano (notario diríamos en España), entrando a formar parte del grupo Carlos López Puccio, elenco en el que ya se encontraba Carlos Núñez Cortés. Y un poco más tarde llegaría el séptimo de sus componentes: Ernesto Acher

Una noche, durante una actuación en un cabaret de Mar del Plata, coincidieron allí con Nacha Guevara. Se inició una discusión ‘por celos profesionales que acabó con Mundstock en el hospital y con seis puntos de sutura, debido a los cortes que le había inferido en el rostro la cantante, agrediéndolo con el cristal de un vaso roto. Mundstock y Masana abandonarían temporalmente Les Luthiers por problemas de salud. El primero se reincorporaría, hasta que cayó enfermo hace poco más de un año. El segundo, fallecería de leucemia en 1973, en Buenos Aires, a la temprana edad de 36 años. El flaco Masana era hijo de emigrantes catalanes, había estudiado arquitectura, se había casado y tenía dos hijos. Aún tuvo tiempo de saborear las mieles del éxito del grupo que él había creado y de escuchar aquellas primeras grabaciones en disco de vinilo. Viajaron en mayo del año de su muerte a Venezuela para presentar su espectáculo, en unos días que Masana, ya enfermo, calificaría como inolvidables. A él tampoco lo olvidarían, en todas estas décadas transcurridas, ni el público ni sus propios compañeros. Cuando a Mundstock le preguntaron hace años cuál le gustaría que fuera el texto de su epitafio, respondió: “Marcos no está, todavía lo estamos esperando”. Mas al menos, Johann Sebastian Mastropiero, su inseparable álter ego, ya llegó.

[eldiario.esMurcia 25-4-2020]


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