Revista En Femenino

McDonal's Everywhere

Por Expatxcojones

McDonal's Everywhere

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En Marruecos es fiesta. El kalvo está en Túnez. La semana entera. Y con esta, ya van dos. Terremoto no tiene colegio. Por la mañana, trabajo. Él juega con la Peque en el comedor. Me deja tranquila porque le he prometido una cosa.
   —Si te portas bien esta tarde vamos al McDonal’s.   —Me portaré bien.   —A ver si es verdad…
No acabo todo lo que tengo pendiente pero al menos he avanzado algo. Comemos. La Peque duerme la siesta. Terremoto y yo pintamos un rato. Después nos acercamos al restaurante del Golf. Hay un grupo de amigos comiendo allí. Nosotros llegamos para los postres. Terremoto se pone a jugar con los otros niños. Yo me pido un café. Al cabo de un par de horas empieza a oscurecer y nos marchamos. En el aparcamiento, una amiga intenta echarme un cable.
   —¿Necesitas ayuda?   —¿Yo?   —Sí. Tú. ¿Te ayudo a poner las cosas en el coche? ¿Te vigilo a los niños?   —¡Nooo! Soy autosuficiente.  
Su marido sube al coche. Arranca el motor. Pasan por mi lado y me grita: Madre corajeee!!! En plan Muchachada Nui.
Esa misma noche tengo que tragarme mis palabras. A punto estoy de mandarle un mensaje. No lo hago. Orgullosa hasta al final. Me guardo para mí la mierda de tarde que he tenido. Vaya tela.
Después de conseguir meter a los niños, el cochecito y los juguetes en mi Clío destartalado; paso por el cajero, compro en el supermercado y me dirijo al McDonal’s. En Tánger hay tres.
Yo voy al que hay en la medina. Está en un centro comercial. Si es que a este edificio, a medio construir, se le puede llamar así. En la planta de abajo hay cuatro locales: un video club, una tienda que vende incienso, otra que no sé como definiry una especie de estanco. El resto de locales están vacíos. En la parte superior, un restaurante francés, que acaba de cerrar, y el McDonal’s. En la última planta no hay nada. Solo cemento y alguna biga de hierro mal puesta.
Subo la escalera y enseguida me invade ese olor tan peculiar. Estés donde estés, siempre es igual. Sea halal la carne o no sea halal huele como a plastilina. Que asco.
Entramos. Hay mucha gente. El ruido es ensordecedor.
Me pongo en la cola. Espero. Llega mi turno. Hago mi pedido con dificultad. El chico no habla español y mi árabe es penoso. Nos entendemos como podemos y cuando me saca la bandeja veo que hay muchas más cosas de las que quería. Pero ya me las ha cobrado, así que no digo nada y intento cogerla. No puedo. Llevo a la Peque en brazos. También su chaqueta. La de Terremoto y mi bolso. Imposible cargar con nada más. Terremoto me mira expectante.
   —Mama, ya la cojo yo. Soy mayor…   —Vale. Pero con cuidado…
El niño coge la bandeja y sucede lo que era obvio. Se le cae. Las patatas salen disparadas. Las aguas. También, la hamburguesa y los Mc Nuggets. Él se pone triste. En plan: He fracasado. Yo intento consolarlo.
   —No importa cariño. Dame. Yo lo llevaré.   —Quiero hacerlo yo.   —Vale. Venga. Yo te sigo. Despacito.
Una chica joven me ve. Sonríe. Habla con el chico que me ha atendido y después conmigo.
   —No te preocupes. Ahora te lo vuelven a poner. Ya te lo llevará él a tu mesa.   —Muchas gracias.   —De nada.
Busco un lugar donde sentarme. Todos los sitios están ocupados. Solo hay una mesa vacía. Está dentro de la pecera. Esa sala interior y acristalada donde juegan los niños. Entro. Huele a pies. Hay que joderse.
Lo coloco todo encima de la mesa. Las cazadoras, las chaquetas, el bolso, la bandeja. La Peque se abalanza sobre las patatas fritas. Terremoto suda del Happy Meal que le he pillado. Se saca los zapatos y se va directo a la casita. A jugar. Está llena de niños. Gritos y más gritos. El ruido es tan fuerte que me cuesta hasta pensar. Por suerte, estoy sola. No tengo que hablar. Ni escuchar, que en estas condiciones sería, realmente, difícil.
Miro alrededor. Solo veo mujeres. Muchas mujeres. Todas con niños. Algunas están solas, como yo. Otras, en grupo. La mayoría aguantan chaquetas y bolsos mientras intentan no perder de vista a sus vástagos.
Es curioso. Casi no hay hombres. No los he contado. La próxima vez lo haré. Pero me atrevería a decir que hay unas ocho féminas por cada macho. Totalmente desproporcionado. En una esquina veo un hombre. Está solo con dos niños. Veo a otra pareja de jóvenes. Parecen novios. También un grupo de adolescentes donde hay algún chico. Nada más. El resto, mujeres. Muchos Pañuelos. Bolsos. Mujeres. Chaquetas. Niños. Globos. Mujeres. Gafas de sol. Faldas largas. Mujeres y más mujeres.
Son estas pequeñas cosas las que te dan una verdadera noción del lugar en qué te encuentras. ¿Dónde están los hombres? No lo sé con exactitud pero me lo supongo. La mayoría, en los cafés. Con sus amigos. Fumando. Bebiendo té. Mirando el fútbol. Arreglando el mundo. This is Morocco. Al menos, Tánger, que es lo que yo conozco. Aunque solo sea un poco.
Sería interesante hacer un estudio de los McDonal’s que hay por el mundo. Todos los establecimientos, exactamente, iguales. Los clientes, completamente, distintos.

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