Revista Educación

Me gusta la comarca y no está lejos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Me gusta la comarca y no está lejos

Es una de las decisiones más acertadas que creo que he tomado en mi vida, a pesar de que muchas cosas me pillen algo más lejos o a trasmano. Este diciembre hará 5 años que decidimos venirnos a vivir a Bajamar de forma permanente, aunque ya veníamos a quedarnos los fines de semana y las vacaciones desde hace otros 5 años atrás. Ya entonces me había enamorado de sus septiembres.

Digo a vivir, que es un paso importante, porque realmente este pueblo forma parte de mi adolescencia y mi juventud. A sus piscinas y su playita venía con mis padres y mi hermano aquellos largos veranos que parecían no acabarse nunca y que este año nos han robado.

Me gusta la comarca y no está lejos
Piscina de Bajamar.

Y seguí viniendo, ya de adulta, porque de aquí también son algunas de mis amigas del alma; aquí creo que me he reído más que nunca y a pesar de ese bullicio estival del que protestaba algunos veranos cuando el pueblo se llenaba de veraneantes, en este año pandémico hasta eso he echado de menos.

Cuando me preguntan de dónde soy, más allá de haber nacido en la capital tinerfeña, de la que sinceramente no me siento muy cercana, debería decir que soy de la comarca, de la comarca nordeste para ser más precisos. Porque no solo me gusta Bajamar, también me gusta Punta del Hidalgo, La Punta, como decimos todos, adonde también iba de adolescente y unos cuantos años después para bañarme en sus charcos naturales, con los que me he vuelto a reencontrar este octubre.

Me gusta la comarca y no está lejos
Charcos naturales de La Punta.

Dicen que una debe ser de donde se sienta a gusto. A gusto más tiempo, añado, porque ese sentimiento es probable que lo tengamos de muchos sitios pero creo que es muy frecuente que haya uno especial.

Este 2020 tan raruno, que nos ha 'secuestrado' en casa muchos días, me ha servido también para disfrutar más del lugar en el que vivo, al que en otros tiempos prepandemia, de estrés y locura diaria, regresaba como un refugio y del que me iba muy temprano queriendo que las horas volaran para volver.

Y cuando alguien me dice que cómo es que vivo tan lejos del centro neurálgico, del lugar en el que habitualmente trabajo, me acuerdo de aquella anécdota que me contó mi madre una vez, tras visitar Las Tricias, un pequeño pueblito palmero de Garafía, y mientras disfrutaba del paseo se topó con una mujer y le dijo: ¡Qué lugar más bonito este, qué pena que esté tan lejos!, a lo que ella respondió de forma tan sencilla y clarividente: "¿Lejos de dónde, señora?".

Así que teletrabajar me ha hecho cambiar también mi eje neurálgico de acción diaria. Lejos ya no están ni Bajamar, ni La Punta; lejos están aquellos lugares de los que no sientes ser.


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