Revista Cultura y Ocio

Mi década ( 2000-2009 )

Publicado el 21 diciembre 2009 por Enriqueortiz
Mi década ( 2000-2009 )
"Tiene ya cuarenta años: ésa es una edad crítica. Entre los treinta y cinco
y los cuarenta y cinco, todos hemos de doblar una esquina
en el camino de la vida, o bien estamparnos contra una tapia de ladrillos"

Robertson Davies
He visto irse a mi padre. Me acuerdo de lo último que me dijo, al teléfono: ¡Vais a echar a arder!, refiriéndose a unos incendios que cercaban la zona de La Garrotxa en el verano de 2006. Desde entonces, he comprendido muchas cosas, he soñado con él casi todas las noches, y voy sabiendo lo que ha sido tenerlo cerca.
Me he casado dos veces y me he divorciado una. Hubo una época en la que en mi familia -por la escasa duración de mi primer matrimonio- se me conoció como Enrique el Breve. Aunque siempre he dicho que me gustaría arrastrar una biografía con siete u ocho matrimonios, sé que tendría que ser María la que estuviera en todos. No concibo hoy mi vida sin ella. Esa es la magia; no hay otra mayor.
He visto cómo iban llegando los nuevos y como Fran, de otra década, se iba haciendo un hombre. Han llegado Quique y Rosilla, Andresillo, Javier, Laura y Clara, Marta, la hija de los Soler, Guillermo... No tardará en llegar Daniela y será de una década diferente. Tremendo vértigo si miro hacia atrás, si pienso en cómo crecen, si intento comprender y disfruto de ellos.
Ha venido Mus y he conocido, con él, la inocencia y la alegría, el milagro de la purez de una ausencia de tiempo que te hace eterno, presente extremo, en el filo. Me detengo muchas veces en la magia de ese nombre: perro. La padaleo e intento comprender algunas señales que, algún día, serán mías.
Apenas he escrito. Un puñado de poemas -seguramente fallidos- me mira con cara de desolación y envejece como los vinos malos. Sé que no tengo mucho que decir, pero es importante que diga eso. Me pondré manos a la obra.
Dejé Granada y llegué a Madrid. Después de más de diez años, creo que ya no soy de Granada, pero voy comprendiendo el Sur, y pronuncio ese nombre, Andalucía. También voy entendiendo todo esto de aquí, esta tierra que no es de nadie y que seguramente no está en ninguna parte.
Dejé mi despacho y volví a abrir mi despacho, muchos años después. Pienso en ese rizo, en el bucle que seguramente me ha acercado a sentirme cómodo y a disfrutar (a veces, como loco) de mi trabajo.
He sentido tristeza, el aliento de la desgracia, pero he sido, siempre, feliz, absolutamente feliz, por encima de todo. Sé que tengo suerte de tener cerca a unos seres absolutamente prodigiosos. Todas las esquinas que he doblado -entre los treinta y tres y los cuarenta y tres años- han sido maravillosas. Y lo que es más importante: la esquina que doblo todos los días es hermosísima.
Pasen, les presento a los míos.

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