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Microcuentos

Por Clochard
Microcuentos El poco tiempo del que dispongo últimamente me ha hecho descubrir esa red social llamada Twitter que me permite saciar desde el trabajo y con el móvil mi ansia de contar, aunque sea brevemente. He recopilado aquí alguno de los microcuentos publicados allá. Quiero dar las gracias a todos los que a pesar de mi ausencia en vuestros maravillosos rincones seguís viniendo a visitarme y a depositar vuestro cariño en mi humilde rincón, a ellos y a los que no deciros que os llevo en el corazón y espero pronto poder visitaros como merecéis. @JavierValbert

-El principal sospechoso de la horrible matanza de cisnes en el parque era un tal patito feo.

- Sueñan los caballos con llanuras infinitas mientras el Tiovivo no cesa de girar.

- Hasta que no se convenció de que lo que caía del ojo del androide era una gota de aceite no fue capaz de desconectarlo.

- Obviamente Cenicienta al morir decidió ser incinerada.

- El mago comprendió que su carrera estaba acabada cuando un conejo gigante lo sacó de la chistera.

- La llamaban Miss Vértigo, no sé si por la altura de sus tacones, lo pronunciado de sus curvas, o el abismo que acechaba en sus ojos negros.

La amaba tanto que todas las noches pronunciaba su nombre en sueños. Una gran prueba de amor para alguien que nació mudo.

Ella rebuscaba en los contenedores, él conducía el camión de la basura. Cuando se reencontraron se dedicaron a reciclar viejos sueños.
- Dicen que Tarzán nunca respondía directamente y siempre se andaba por las ramas.
- Decía que él era su amor platónico, por eso siempre acababa tirándole los platos a la cabeza.
- Su vida era tan aburrida que cuando se murió tardó tres días en darse cuenta.
- "Todos los días son iguales" olvidó que pensaba el pez en su pecera.
- De pequeño adoraba las sirenas, por eso de mayor se hizo conductor de ambulancia.
- Asesinó al hombre del tiempo clavándole la punta de su paraguas en un día soleado.
- Era un hombre de principios, por eso nunca terminaba nada de lo que empezaba.
- Siempre le daba la razón a su  difunto marido cuando le decía que no valía para nada, por eso aquella mañana confundió el azúcar del café con el matarratas.

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