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Musa

Por Clochard
Musa Me preguntabas, antes de marcharte, porqué los poetas bebemos tanto. Te contesto ahora que lo hacemos porque las alas de las musas se quedan irremediablemente pegadas ante el más leve aliento de alcohol. De esta manera atrapé yo a la mía.
 Te había llorado por las barras de los bares de toda la ciudad, incapaz de escribir un solo verso de despedida y autocompasión. Llegué a casa tan borracho que caí redondo en la cama. Al rato comenzaron a brotarme palabras y las palabras se unieron y se hicieron poemas, los poemas más bellos que jamás había pensado ser capaz de componer. Me levanté tambaleándome buscando un bolígrafo y un papel y entonces la vi.
 La luz de la luna dibujaba su contorno mientras trataba de escapar por la ventana pero sus alas se habían quedado pegadas y no podía volar. Era tan hermosa que dolía mirarla incluso en la oscuridad, me acerqué lentamente prometiéndole que no le haría daño pero pude contemplar el pánico en aquellos ojos que parecían dos océanos en calma. Solo quería que se tranquilizara y se quedara el tiempo suficiente para poder volcar sobre el papel todo aquello que estaba haciendo nacer en mi interior.
 Pero justo cuando estaba a punto de coger su mano se asustó tanto que saltó por la ventana. Sus alas no se habían secado todavía y se escuchó un estruendo sordo que conmovió a la ciudad. En el suelo quedó un boquete y letras, notas musicales y trazos de pintura salpicando la acera aquí y allá.
 Desde entonces no he vuelto a escribir, ni a beber, pero sigo echándote de menos.

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