Revista Educación

Mutilación

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Mutilación

Una de las primeras preguntas que me hicieron varias personas cuando les dije que me tenían que extirpar todo mi aparato reproductor fue que cómo iba a sentir esa mutilación, algo que ni me había llegado a plantear. Antes, hubo ginecólogos que intentaron posponer una operación solo por el hecho de evitar dejarme sin esas partes de mi cuerpo, todo ello sin tener en cuenta las consecuencias nefastas que la endometriosis producía en otros órganos de mi cuerpo.

Para mí, tener o no útero y ovarios era algo irrelevante. Ya hacía mucho tiempo que había elegido/asumido mi imposibilidad de ser madre y, sinceramente, salvo por las consecuencias de una menopausia quirúrgica, su inexistencia en mi cuerpo no significaba absolutamente nada, aunque muchas personas insistieran en los consejos de ir a terapia.

Fueron momentos en los que me sentí un bicho raro, en los que reflexioné sobre mi falta de apego a algo mío, pero nada, me daba exactamente igual. Salvo por sus consecuencias fisiológicas, no iba a haber una diferencia en mi vida, no iban a cambiar mis sentimientos ni mi identidad.

El otro día vi a una mujer con mastectomía pedir en Twitter que la dejaran en paz, que la dejaran elegir. No quería reconstruir su pecho y eso había derivado en la visita de psicólogos, terapeutas, médicos y demás profesionales del hospital para convencerle de lo contrario. Ella había tomado una decisión meditada y argumentada, y otros se empeñaban en cambiársela.

Obviamente son dos casos completamente diferentes e incomparables, aunque el caso de esa mujer me hizo reflexionar sobre cómo vemos desde fuera lo que consideramos una mutilación. Nada es absoluto y la capacidad de elección en el caso de las mujeres que tienen que someterse a una mastectomía es lo más importante.

Los médicos y las médicas tienen que aprender a escuchar a sus pacientes, hacerse cargo de lo que necesitan, lo que desean, de cuál es su elección independientemente de lo que ellos y ellas crean.

En general, todas las personas debemos aprender a reinterpretar los conceptos de completitud que nos han inculcado, educarnos en el respeto y ponernos en el lugar de la otra persona. Nadie es algo por lo que tiene o no en su cuerpo.


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