Revista Opinión

Ni pan ni cebolla

Publicado el 09 agosto 2011 por Manuelsegura @manuelsegura

Ni pan ni cebolla

Es a John Lennon a quien se suele atribuir aquella frase de que la vida es lo que te va pasando mientras tú haces otros planes. Precisamente ahora, cuando el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha publicado los datos según los cuales el número de divorcios creció en 2010 un 3% respecto al año anterior, queda patente que la crisis no ha frenado las rupturas sentimentales como se nos venía diciendo. Al paso que vamos, en nuestro país los casados se constituirán en minoría respecto a los que vieron resquebrajada su relación conyugal. En mi niñez, una pareja separada era algo que se miraba con ojos de excepcionalidad y casi diría que de especie rara. Ahora nos hallamos en el camino de que se produzca el efecto contrario: que la unión de un hombre y una mujer por un tiempo apreciable adquiera rasgos de hecho noticiable a los ojos de una sociedad que, en no pocas ocasiones, llegará a preguntarse por la pócima mágica de tamaño milagro.

Mantengo una teoría al respecto, en cuanto al aumento de las separaciones. La denominada liberación de la mujer, esto es, su independencia económica respecto al varón, ha llevado a que, a diferencia de lo que ocurriera tiempo atrás, ellas den el paso cuando estiman que una relación está gastada. Años atrás, y en gran parte por una legislación que en nada las beneficiaba, una esposa con hijos, ante la posibilidad de romper su matrimonio, se cuestionaba muy mucho qué hacer, dónde ir o de qué vivir. Hoy las leyes amparan este tipo de situaciones por lo que, entiéndaseme bien, se puede tener la sartén por el mango.

No es como aseguran algunas personas que pertenecen a generaciones pretéritas que los más jóvenes no se aguanten, que se soporten más bien poco. Estimo que el cambio de escenario ha sido fundamental para que se dé esa circunstancia. La mujer trabaja fuera de casa, mantiene una vida social de la que carecía en décadas pasadas y goza de una autonomía que le permite sobreponerse ante un matrimonio que se va a pique.

Los datos del CGPJ respecto al ejercicio pasado dejan bien a las claras que la pésima situación económica por la que atravesamos no ha sido óbice para que la gente se siga divorciando. Ello a pesar de que se intenten fórmulas un tanto rocambolescas como la de compartir hogar aún sin mantener una relación al uso. Lo del ‘contigo, pan y cebolla’, pasó a la historia. Que el matrimonio está en crisis es algo patente hasta para sus máximos defensores. Será quizá por eso que ahora, cuando uno acude a una ceremonia y contempla a los contrayentes, henchidos de felicidad, no pueda por menos que cuestionarse para sus adentros: a ver cuánto duran.


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