Muchos venimos diciendo que el problema en la Comunidad de Madrid con respecto a las políticas de privatización y recorte de servicios públicos no tienen que ver con la crisis. estas políticas comenzaron antes, justo el día que un tal Tamayo hurtó la voluntad popular de alcanzar un gobierno de izquierdas para la región de Madrid. A partir de ese día, la política neoliberal de Esperanza Aguirre comenzó una labor de desmantelamiento de lo público, de privatizaciones cubiertas o con trampas. En una época de bonanza todo eso se tapó mediante una gigantesca operación de marketing utilizando los medios propios de la institución de manera vergonzante (Telemadrid) o con el apoyo, pago mediante a través de publicidad o de favores, de los medios de comunicación más afines, que en Madrid son muchos.
Hoy la Condesa de Murillo, no contenta con el papel de secundaria en el que estaba instalada, ha arremetido contra los sindicatos, a los que pretende (como ya hizo con los trabajadores del Metro) negar los acuerdos a los que ella misma y su gobierno llegó mediante la firma de convenios laborales. Pretende ciscarse en estos acuerdos y suprimir por sus gónadas las horas sindicales. Y si para ello tiene que mentir y manipular la realidad, lo va a hacer.
No nos engañemos. En esta Comunidad hay muchísima gente que comprará ese discurso populista. Pero no es menos que el ataque a los sindicatos en este momento es producto de una política de medio y largo alcance. Enredada la izquierda madrileña en sus telas de araña y demás cuitas, incapaz de anteponer un discurso ilusionante que aglutine a la mayoría de los ciudadanos de esta comunidad, los sindicatos quedan como los únicos capaces de enfrentarse al modelo depredador que nos quiere imponer Esperanza Aguirre. Destruirlos, desacreditarlos, reducirlos a la mínima expresión supone dejarle la vía libre para convertir Madrid en el laboratorio thatcheriano de la política del Partido Popular.
Esa es la intención. Y ante eso, ni un paso atrás.
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