Revista Infancia

Niños perfectos: hasta el infinito y más allá

Por Jmburson @jmburson
Niño ausente
“… Hasta el infinito y más allá…”Los niños, para sus padres y madres, nacen como proyecto de vida con expectativas desorbitantes, éstos no se conforman con tener un hijo, sino que quieren que sean el más sano, guapo, inteligente, amable, sociable y dotado de infinitas virtudes, y para ello apuestan fuerte, paren los mínimos e imprescindibles, y no reparan en energías y recursos, invirtiendo fuertes remesas de dinero y dosis de organización y planificación en perseguir la explotación a ultranza de las capacidades y potenciales de los niños, en una carrera desenfrenada a la competitividad, al éxito y al fomento de una “cultura de la proeza”, que impone el máximo desarrollo de vida y la obtención de la plenitud personal, como decía Buzz Lightyear “hasta el infinito y más allá”.
Como reflexiona Lipovetsky, los niños nacidos de padres Superman y Superwoman crecen obsesionados por el perfeccionismo que sus padres les imponen al nacer. Son nacidos para ser seres únicos y excepcionales, como si en todo caso no lo fueran. Nunca antes se ha dejado menos espacio al destino, a la incertidumbre de la vida, al riesgo a explorar y vivir abierto al día y a la aventura del nuevo amanecer. Por el contrario, ahora se trata de que en la vida de los nuevos niños no se deje nada al azar, de sujetar al niño a una estricta planificación de vida que le anticipe la gestión de la salud, la educación, del juego, de las relaciones sociales y de todo su entorno vital que les permita anticipar las prospectiva de su vida futura. Empeño nunca tan vano en el contexto de la sociedad de la innovación y la incertidumbre continua de lo que Bauman denomina las sociedades líquidas.  Todos los niños y niñas desde que nacen son animados a vivir la perfección, en cuerpo y alma, a gozar de la plenitud personal. Los padres planifican con devoción la acogida y el entorno de los futuros niños, con el anhelo de promover un contexto de excelencia en el que culminar un proyecto de vida eutópico.  Cuidan cada paso del proyecto de gestación y de vida de sus hijos como si de un prototipo creativo se tratará, programando con anticipación hasta la extenuación, todos los avatares del nuevo Superbaby. El afán perfeccionista flagela la vida de los niños desde que nacen, que ahora se ven compelidos a explotar sus potenciales hasta el infinito, como si eso no tuviera coste y fuera gratuito. Las normas perfeccionistas se extienden a todo los órdenes de la vida del niño y la niña, a cómo alimentarse, vestirse, cuidarse, jugar, relacionarse, estudiar, dormir, pensar, sentir, etc. nada queda a salvo del manto del control parental y social, para que el proyecto de vida desarrolle su plan establecido hasta alcanzar el pleno éxito personal, profesional y social, e incluso espiritual, que nada falte en el desarrollo de una vida que se pretende plena y gozosa. Y a este fin, empeñamos nuestra afán de construir al nuevo Superhéroe, el pequeño Superman o Superwoman, y para ello, les imponemos la tiranía de la belleza y el ideal del cuerpo perfecto que dé fiel respuesta a los estereotipos sociales impuestos desde el idealismo perfeccionista; le sometemos a una cultura del bienestar y del dopaje farmacéutico permanente que fortalezca el capital corporal y soslaye las deficiencias personales, como si cada niño tuviera que ser un atleta olímpico, y especialmente concentramos nuestro árnica en el rendimiento escolar y la competitividad por un expediente académico en el que no falte de nada (música, idiomas, deportes, yoga, actividades culturales, etc.) . El Superbaby ahora más que nunca lo sentimos como una tabla rasa, un tronco del que deducir una obra escultórica en manos de artesanos angustiados por el resultado final. Al ver el resultado final de la obra, surgen de nuevo las paradojas, las tendencias nos indican que crece el estrés entre los niños de 3 a 6 años, que aumenta la ansiedad y la angustia de los niños en los colegios, y que crecen los problemas de aprendizaje, que se incrementa el número de niños diagnosticados con problemas (autismo, TDAH, depresión infantil, desordenes alimentarios, etc.), que más niños se encuentran sometidos a tratamiento médico, que la obesidad infantil se transforma en una pandemia mundial, y aumenta la presión por su aspecto y apariencia. Presión, control y perfeccionismo sobre los niños que le acaba restamos lo más preciado de la vida del niño, su libertad y su autonomía para llegar a ser él mismo con independencia de su contexto familiar y social.
Les imponemos la perfección, pero afortunadamente los niños y las niñas siguen siendo seres imperfectos, tan imperfectos como siempre,  como nosotros mismos lo fuimos y lo somos, y justo esa es la base del progreso humano reconocernos y aceptarnos como seres imperfectos educados por padres imperfectos en sociedades imperfectas. Por ello, dejémosle a los niños a ser imperfectos, serán más sanos y felices. 
* El siguiente texto ha sido publicado en el blog de mis compañeros "Tu Imagen en Salud!", Alianza para la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria.   Hasta el infinito y más allá.

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