Revista Educación

Only you

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Le voy a echar la culpa a la mudanza. Ese compendio de tópicos (el cansancio, los recuerdos, las molestias, la ingente cantidad de cosas que eras incapaz de calcular que cupiera en casa) tan ciertos que lo único inteligente que puede provocar es hastío. Le echaré la culpa a la mudanza, digo. Porque si no, de qué. Si no de qué me iba a asaltar a mí este recuerdo. Cualquier recuerdo tan escondido. Si no es por este continuo hurgar en el fondo de los cajones, de qué.

Lo que ha ocurrido es que, de repente, con el sol mañanero golpeando en las cajas de cartón, me he recordado de niño, sentado delante del televisor. Un televisor parco en publicidad (así era entonces, así es allí) y generoso en músicas. Si no es por el estrés de la mudanza, cómo iba yo a recordar que mi lugar feliz con siete años era un pub inglés lleno de señores que juegan al billar y los dardos mientras trasiegan cerveza de barril y hacen ruiditos con la boca.

The Flying Pickets era (es) un grupo vocal británico que tuvo su gran (y único) éxito en 1984, con una versión de la maravilla que es . Que yo llegara a esa versión y no al original es simple fruto de la casualidad televisiva. Que la versión que más tarde perpetró Enrique Iglesias me pillara ya adulto también es algo que tengo que agradecer a la suerte. Que Wikipedia defina a The Flying Pickets como un grupo de ideología socialista radical es, de nuevo, para sonreírle a la vida.

Pero lo que yo venía aquí a decir, si es que venía a decir algo, es que si escuchar esta canción puede trasladarte un mínimo porcentaje de aquella suerte; si la alegría que me inundaba cada vez que oía el "pararará" en aquellos tiempos en que nada era a la carta, puede tocarte aunque sea de refilón; si está en mi mano que seas un niño de siete años feliz y recién duchado, por mí que no sea:


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