Revista Cultura y Ocio

Oportunismo político y principios inamovibles

Publicado el 28 mayo 2015 por Noblejas

Todo esto es terreno trillado, pero el otro día participé en un debate de presentación de un libro sobre política, y se hablaba de la posibilidad de principios estables en la confrontación entre políticos y entre partidos políticos. Lejos de políticos y políticas sin principios.

Consideré la conveniencia de distinguir entre personas y personajes. En el teatro griego, la imaginación ya hacía pensar que Antígona o Creonte eran personas, aunque en realidad eran sólo personajes que actuaban según un texto con un final ya escrito. Los personajes no son libres en sus decisiones y elecciones. Los personajes no son personas.

¿Sucede algo semejante, hoy, con los políticos y su actuación pública? ¿Son hoy día los políticos más bien como personajes que no actúan libremente, sino que siguen un libreto, aunque haya improvisaciones al modo de la commedia dell'arte

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Recordé entonces aquella expresión mafiosa que Francis Ford Coppola tomó como leit-motiv de la saga de El Padrino: "It's not personal... It's strictly business".

Cuando se trata de strictly bussiness, y de strictly política, resulta que, en principio, se admite en nuestro mundo de cada día que "nothing is personal", que todo es negociable y comprable, o modificable unilateralmente a pesar de promesas y palabras comprometidas. Todo es cambiable según surjan oportunidades de beneficios inmediatos. ¿Es ese el principio de los principios en política? ¿Es entonces la política -y con ella, los políticos- asunto de conocer bien las mañas mafiosas? 

De todos modos, ¿es posible alejar del horizonte el tufo mafioso y la normalidad de las vendettas, los sobornos y demás corrupciones? ¿Podría ser la actividad política, de algún modo, un "asunto personal" o es realmente todo strictly business? ¿Dónde demonios queda el pretendido servicio a los conciudadanos? Etc.

El mundo de El Padrino y la mafia o las camorra no parecen ser contexto de recibo para los políticos. No sólo por razones más o menos estéticas o "de imagen". La razón está más bien en considerar que esos mundos ponen hoy de manifiesto la des-personalización más o menos general de la sociedad, comenzando por los ámbitos del poder político y económico.

Si preocupan los gobiernos y gobernantes sin principios, y el panorama nos dice que hay excesiva despersonalización en ese ámbito, no estaría de más considerar la posibilidad de que los personajes políticos dejaran transparentar su libertad personal en los personajes que representan ante la ciudadanía.

Sería muy de desear y de agradecer que los políticos actuaran libremente como personas mucho más a menudo, según les dictara su conciencia, y no lo hicieran sólo, si llega el caso, en las contadísimas ocasiones en que -precisamente- los partidos les dejan votar 'en conciencia'. Síntoma de que es posible que los políticos de modo ordinario actúen o bien según el guión preestablecido por su partido, y sean meros personajes en una representación, o bien improvisen sobre la líneas de ese guión al modo oportunista mafioso, jurando 'digo' con la misma solemnidad con que antes juraron 'diego' y desde luego olvidando las promesas y los principios juramentados.

"Disculpen si les llamo caballeros, pero todavía no les conozco bien", decía Groucho Marx. Un poco exagerado, me gustaría pensar.

 Antonio Argandoña, en su blog, escribía precisamente el otro día sobre Lo que pasa cuando se gobierna sin principios:

De un chiste en el Financial Times del 19 de mayo. Dos oficiales, en un pasillo del Pentágono; uno va leyendo un periódico en el que destaca la palabra Ramadi, que es el nombre una ciudad que el Estado Islámico había ocupado el día anterior. El otro dice: “Hay días en los que uno desearía que Irán tuviese armas nucleares”. 

El oportunismo es una gran tentación de los políticos -y de otras muchas profesiones, también de los empresarios. El problema del oportunismo es que no puedes tener en cuenta las consecuencias de tus decisiones. Por eso, lo que hoy es una buena idea, mañana lo veremos como un desastre. Hay una variante de oportunismo que es particularmente perniciosa: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. 

Me dirá el lector que gobernar con principios no está exento de problemas. De acuerdo: nadie ha demostrado que sea algo fácil. Pero es mucho más predecible. Y se puede explicar mejor. Y puede despertar más colaboraciones. Y forma mejor a los ciudadanos, o a los empleados, o a los consumidores… Sobre todo, es coherente.


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