Revista Humor

Pequeños monstruitos

Por Pilarm

Sé que mi Cuñadísima me va a matar por esta entrada, pero es que a veces los niños se convierten en pequeños monstruitos. No entro en el debate de si son ellos o los padres, para hablar de cosas serias, mejor un blog serio.

Pero es que después de ir al zoo y soportar 800 colegios y padres con niños -¿los viernes no tienen clase? ¿Ese viernes no tenían? ¿Estaban haciendo pellas con el consentimiento paterno?-, dan ganas de matar a unos pocos. No se puede ser tan maleducado, bueno, sí se puede, pero no se debe.

Entre la niña histérica caprichosa que se pasó llorando media hora -no sé cómo no se hizo daño-, el niño hiperactivo o extremadamente feliz al que la madre no le dejaba hacer nada, una canija bailando como si fuera Shakira -me dio miedo, no quiero pensar en la adolescencia de esa niña-, y unos cuantos padres y profesores que era para decirles cuatro cosas, el zoo acaba siendo agotador.

Pero lo más divertido sigue siendo ver a los animalitos, unos durmiendo, otros peleando -estuve apunto de poder hacer dos fotoreportajes que ni en la jungla- y otros intentando acaparar la atención y los gusanitos y guarrerías que la gente les lanzaba. Seguramente por la noche les tengan que hacer un lavado de estómago a la mayoría de los animales, porque no es normal ni lanzarle una galleta con chocolate a un oso pardo ni una gominola a un pavo real.

Hablando de pavos reales, tened cuidado que hay uno que se ve que es muy posesivo con las chicas, porque fue acercarse mi Querido hacia mí y se puso a graznar, todo eso después de casualmente extender su cola. No debía saber que no era mi tipo. Muchachos, vigilen al pavo.

Pero volviendo a los pequeños monstruitos, la verdad es que hay algunos muy graciosos, que tienen unas ocurrencias que nos dejan a cuadros, como la de aquel niño que dijo que los pingüinos olían como la nevera de su casa, y que ponen unas caritas cuando ven a los bichos que parece que están viendo algo que jamás van a volver a mirar.

Qué haríamos sin los pequeños monstruitos y sus ocurrencias... Pablo Motos no podría inventarse los libros que vende, aunque sean con un fin benéfico.


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