Revista Cultura y Ocio

Periodismo no es sólo informar: es también comunicar, como la publicidad, la propaganda (rr.pp., com. institucional) y la ficción

Publicado el 21 junio 2012 por Noblejas

Entre los profesionales y afines del periodismo se habla mucho -en plan agorero- de su muerte más o menos inminente, por razones tecnológicas y empresariales. Otros hablan -en plan optimista- de su resurrección, a causa de las mismas razones, vistas desde otra perspectiva.

Leo hoy en el E&P la cita de Kierkegaard que puede verse  a renglón seguido, y que me mueve a ejercer un poco la libertad de pensar, al menos mientras ejerzo la libertad de expresión sobre el asunto del periodismo, la información y las restantes profesiones de comunicación.

Kierkegaard
No entro por tanto en el debate directo y algo maniqueo, del periodismo planteado como estricta información y a punto de fenecer o resucitar por mor tecnológico y empresarial, porque ahí faltan muchos matices, que de ordinario vienen de la mano de tomar en consideración las perspectivas del contexto en el que se sitúa la profesión periodística.

He de decir que en los últimos tiempos y en el ámbito nacional español me he complacido en leer la lección de Soledad Gallego-Díaz (Si te van a matar, no te suicides), no sin saber de las presiones efectivas reales de la gestión sobre la redacción del diario en que publica y da su lección. Lo encuentro bien discutido, por ejemplo, en InternetPolítica, de Montse Doval, en Por qué le llamas periodismo si es “sólo” comunicación y en La verdad periodística de la defensora del lector.

Deseo por tanto decir aquí sólo una cosa: que el contexto del periodismo ha variado sustancialmente desde hace un siglo hasta nuestros días. En concreto, ha evolucionando desde una presunta dedicación estricta a "informar" a su actual contexto de "comunicación pública".

 Y pensando en el modo más directo de decirlo, entiendo que puede bastar como punto de apoyo con recurrir a unas interesantes páginas escritas por Dominique Wolton (Informer n'est pas communiquer, CNRS 2009 / Informar no es comunicar, Gedisa, 2011).

Wolton_communiquer
Estamos en tiempos de comunicación. El periodismo se mezcla y en parte se confunde -ya sea por los modos, ya sea por los contenidos de lo ofrecido- con la ficción y con la propaganda o relaciones públicas o comunicación institucional, y con la publicidad.

Dice Dominique Wolton, viejo amigo de buenos debates, todo hay que decirlo, que hay dos grandes maneras de entender la comunicación (Informer n'est pas..., p. 25):

"(...) la primera, ampliamente dominante, que insiste sobre la performance de las técnicas, como progreso continuo de la comunicación, que se prolonga en favor de las industrias, el sector que más se expande en el mundo, hoy en día" (...)

La segunda, minoritaria, en la que me encuentro [dice DW, y yo mismo me sitúo], que parte de la dimensión antropológica de la comunicación y privilegia los procesos políticos que hay que poner en marcha para evitar que el horizonte de la incomunicación entre los individuos y los pueblos no se convierta en fuente de conflictos" (...)

Dominique Wolton entra en el aspecto antropológico desde una perspectiva sociológica, sin apenas asomarse a una perspectiva filosófica, al menos tan necesaria -si no más- que la elegida. Pero eso no quita para que sea muy interesante, de cara al presente y al futuro del periodismo entendido como modo de comunicación, pensar a partir de lo que plantea al inicio de la conclusión del libro (Ibid., pp.133-4):

"La información y la comunicación son inseparables de la historia de la emnacipación del hombre. Gracias a la libertad de información se ha podido desarrollar tanto el conocimiento del mundo como el espíritu crítico. Gracias a la comunicación, se han podido imponer tanto la igualdad entre los individuos como la legitimidad del diálogo. Perderemos o salvaremos ambas realidades juntas, al mismo tiempo.

Simplemente sucede que la relación entre ambas ha cambiado. Si a lo largo del siglo XIX y del XX, el problema central fué el de la construcción de esa libertad de información, facilitada por un fantástico progreso técnico, el desafío del siglo XXI -al menos de entrada- es de una naturaleza bien distinta. Se trata ahora de organizar la cohabitación pacífica de puntos de vista contradictorios, en un mundo en el que cada uno puede ver todo, y quiere poder conservar su identidad y su libertad de expresión.

La comunicación no consiste en la mayor parte de los casos en compartir los puntos de vista comunes entre individuos libres e iguales, sino en organizar la cohabitación [la convivencia cívica, diría] entre visiones del mundo a menudo contradictorias. (...)

La comunicación es el aprendizaje de la cohabitación [convivencia] en un mundo de informaciones en el que la cuestión de la alteridad resulta ser central. (...) Las performances técnicas son indispensables, pero no bastan para resolver la contradicción que supone compartir lo que se tiene en común, sin dejar de aprender a gestionar pacíficamente lo que nos separa" (...)

Cuando Dominique Wolton habla de comunicación y de saber cohabitar, tiene en mente como principal resorte práctico la tolerancia, y entiende que la diversidad es un hecho, y que la cohabitación [la convivencia cívica, diría] es un proyecto político. Que no se conjuga con el relativismo, en la medida en que necesita de la experiencia concreta de la alteridad y de la referencia a lo universal como medio de evitar la segmentación. Comunicar implica tolerarse, que es respetarse e interesarse por los demás y por sus asuntos

En este sentido, sin aprovecharse ninguno de ningún otro: ni los empresarios de los redactores, ni los propagandistas del público, ni el público de los publicitarios, y así hasta relacionar a todos con todos en el ámbito de los presuntos implicados en la comunicación pública. Relaciones que serán del tipo "convivencia cívica" sólo si tienen como ingrediente principal el servicio a los otros. Aunque parezca una idealidad fuera del mundo real: más bien, algo típico y no deseable de las circunstancias de nuestra realidad individualista, evidiosa y egoísta.

Todo un panorama en el que la persona se encuentra en el centro de la comunicación pública, cualesquiera que sean las formas que ésta adopte. Además de los "multimedia" tecnológicos de un tiempo, no estaría de más ver qué sucede también con los "multimorfos" sistemas comunicativos que tenemos entre manos, hoy mismo y de hoy en adelante.


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