Revista Educación

Poco nos pasa

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Poco nos pasa

Me perdonarán que hoy hable de mí mismo. La semana pasada comencé a trabajar en una empresa pública, tras superar una convocatoria de empleo después de año y medio de estudio. Algo que, luego de pasar un año entero sin ningún trabajo y los últimos 6 meses sin subsidios ni ayudas de ningún tipo, ha venido como agua caída del cielo. Tengo la suerte (si es que se puede llamar así) de vivir en la casa de mi señora suegra y no tener más deudas que el seguro de un coche y los pagos mensuales de un par de servicios de streaming, con lo que he podido permitirme, durante este tiempo, dedicarme al estudio de forma más o menos tranquila. Uno pensaría que con un contrato -indefinido, además- la cosa va a ir mejor, y estoy seguro de que así va a ser; pero ahora me encuentro con una situación de guerra en Europa que va a hacer que casi la mitad de mi sueldo pueda irse en gasolina (el centro de trabajo lo tengo a unos 80 km. de distancia, pueden echar cuentas). La otra opción sería, lógicamente, encontrar un piso de alquiler más cerca del trabajo, y entonces es cuando, tras una búsqueda somera, uno se encuentra con que los alquileres en esa ciudad no bajan de 500-600 euros, a lo que habría que sumar los gastos corrientes en electricidad, agua, gas, internet... eso sin contar que muchos propietarios piden las 3 últimas nóminas, contratos indefinidos de los convivientes e incluso sangre de unicornio virgen.

Tengo 45 años, no tengo casa propia (ni en alquiler ni en propiedad) ni visos de tenerla en el corto plazo. Y uno se pregunta en qué momento nos volvimos tan conformistas ante el desmantelamiento del Estado del Bienestar y de los servicios públicos y comenzamos a ver el "sálvese quien pueda" como algo normal. Hace ya bastantes años que deberíamos convocar huelgas y manifestaciones ante las instituciones casi diariamente y sólo los pensionistas parecen haber entendido de qué va la cosa, mientras los demás nos dedicamos a verlas venir, soltar mierda en las redes sociales, soñar con que nos toque la lotería algún día y presumir de ser apolíticos (en el menos malo de los casos) o caer en los brazos de la ultraderecha que pretende seguir recortando nuestros ya muy precarios derechos. Desde luego, poco nos pasa para lo dormidos que estamos.


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