Y volvió la guerra a Europa, casi treinta años después del conflicto de los Balcanes. Es doloroso contemplar cómo se han cumplido los peores augurios respecto a la locura de Vladimir Putin, que llevaba décadas ocupando importantes zonas de Ucrania ante la pasividad internacional, y que hoy sigue bombardeando un país libre que solo desea profundizar en su vocación europea, y sumarse a la paz y prosperidad que le asegurarían su ingreso en la Unión Europea y la OTAN.
Me satisface profundamente que el Parlamento Europeo haya acordado, con vergonzosas excepciones, posicionarse a favor de la libertad, dando voz al presidente de Ucrania, a quien se ha garantizado que se va a facilitar su incorporación a la UE. Parafraseando a Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y uno de los más capaces políticos que ha habido en España, "cuando un potente agresor agrede sin justificación alguna a un vecino mucho más débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de los conflictos, y nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado". Para que empecemos a acordarnos: Los eurodiputados de Bildu, Anticapitalistas-Podemos e IU no han apoyado que Ucrania sea país candidato a ingresar en la Unión Europea. Una forma como otra cualquiera de contentar a Putin.
Papel higiénico con el careto de Putin, visto en mayo de 2017 en una tienda en la plaza Maidan. No es coña.La activación de la política común de seguridad y defensa ante la intensificación del conflicto refuerzan a Ucrania como socio preferente. Ya existía, de hecho, un acuerdo de asociación y libre comercio, tras décadas abrazando la democracia como forma de vida. Putin, al contrario, ha elegido el camino que le lleva a una confrontación con el orden mundial. Las reglas democráticas y la diplomacia no funcionan con el opresor, que pretende seguir haciendo negocios a costa del dolor ajeno. Son demasiados años de permisividad con este y otros tiranos, dependiendo de su gas, su petróleo y sus inversores; consintiendo sus ataques a través de redes sociales; poniendo fincas, pueblos y clubes deportivos a nombre de oligarcas rusos con total alegría; en definitiva, financiando con nuestro consumo un régimen que oprime la disidencia política, que mata a los líderes opositores, y que hoy manifiesta toda su crueldad.
Es tiempo de intensificar las duras sanciones que ya se imponen a Rusia. Está en juego la seguridad energética de Europa, que sigue postergando la solución a nuestros graves problemas de abastecimiento. En un contexto en que dependemos del gas ruso para subsistir, cuando no quemamos petróleo para producir electricidad, no podemos dudar a la hora de aligerar la burocracia y favorecer la inversión en energías renovables. Hasta prácticamente el día de ayer, entre invasiones y voladuras de una capital europea, Gazprom seguía patrocinando a la UEFA.
Si la Unión Europea se asienta en la búsqueda de un espacio común de seguridad y progreso a partir de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, es sensato que imperen esos valores y que la respuesta al agresor sea contundente. Mirar a otro lado significaría permitir injerencias y pronto llegarían nuevos desafíos, quien sabe si en Bulgaria o en los estados bálticos, o en democracias europeas asentadas como Finlandia o Suecia, amenazadas también estos días.
La paz existe porque se potencia la resolución pacífica de los conflictos, pero también porque se invierte en seguridad y defensa. Mi generación es la primera que nació en una España democrática y libre: No se puede decir ni en broma que se añoran los tiempos de la dictadura, o que los europeos del siglo XXI deberían conocer los rigores de la guerra para que empezasen a valorar lo que tienen. Poner en valor nuestra actual estabilidad nos ha de llevar a oponernos a chantajes y bombardeos. Si yo fuera uno de los 700.000 refugiados, tuviese que dormir en el Metro de Kiev, o estuviera entre los reservistas del ejército a quienes se ha movilizado para defender las ciudades, estaría esperando recibir de mis socios algo más que un tuit de apoyo.