Propaganda 2.0

En menos de un mes el pueblo español tendrá que acudir a las urnas para votar en elecciones generales, europeas, autonómicas y municipales. Del 28 de abril al 26 de mayo habrá que decidir quién corta el bacalao en los próximos cuatro años. En unas cuatro semanas habrá que ir dos veces a los colegios electorales (y espero que acuda cuanta más gente mejor) para elegir a estos señores que nos representan en diferentes instancias.

Y si piensan que estas son unas elecciones más, están equivocados. En esta ocasión, y por primera vez, los partidos políticos, gracias a la nueva l ey de protección de datos, podrán rastrear datos personales y opiniones políticas en las redes sociales sin que tengamos que dar nuestro consentimiento para poder hacer perfiles ideológicos y, de esta manera, personalizar la propaganda electoral. Aterrador es la palabra.

Mientras por un lado nos venden la moto de que la ley de protección de datos vela por nuestra privacidad por otro nos la meten doblada permitiendo que esos datos sean utilizados por algunos de los grupos de interés más corruptos que existen: los partidos políticos. El Gran Hermano ha dejado de ser un programa de Telecinco para entrar en la arena política con el visto bueno de la mayoría del Congreso y del Senado.

Hacen la ley y la trampa, como siempre. PSOE, que fue quien propuso la medida, PP, Ciudadanos y nacionalistas vascos y catalanes han autorizado que pueda enviarse propaganda electoral por correo electrónico, Whatsapp o redes sociales (Unidos Podemos ha sido el único partido que ha anunciado que recurrirá al Constitucional y la Comisión Europea). Lo más que podremos hacer es oponernos a recibirla, pero ya habremos pasado a formar parte de su agenda de perfiles. Habrá que tener en cuenta, no ya lo que compartimos en redes sociales o buscamos en páginas web, sino que la propaganda que nos llegará en esta ocasión estará mucho más filtrada y será más precisa.

Y aquí merece la pena hacer un inciso para recordar que propaganda es la 'difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto'. En definitiva, que nos subamos a su carro. Eso sí, a partir de ahora el carro nos parecerá cojonudo porque previamente sabrán qué nos preocupa, lo que nos disgusta, lo que nos satisface y hasta lo que nos pone.