Un día me di cuenta de que yo no era como los demás. No ya porque fuera más gordo que la media o porque no me gustaba jugar al fútbol como a la inmensa mayoría de mis vecinos, sino porque mis gustos eran diferentes. En casi todo.
Tenía muy pocos añitos cuando ya me quedaba embobado viendo en la tele las mismas supuestas chorradas que hoy me siguen gustando. Con apenas cuatro o cinco años ya sabía perfectamente que Lucía iba a Eurovisión y conocía las desgracias de Marta Bobo, pero no tenía ni idea de qué equipos jugarían el Mundial de Fútbol de España '82. El tiempo no logró cambiarme, y poco después ya conocía l os logros de Vladimir Artemov, mi canción preferida de Eurovisión nunca concursó y la cantó Viktor Lazlo y, por si fuera poco, empezaba a fascinarme la gala de entrega de Los Oscar ...
Incomprendido, solo, vacío... Encerrado en la oscuridad de mi casa, a veces incluso a escondidas y en la más negra de las clandestinidades, veía mil veces a Tajci y a Rita en el video del Festival de 1990, a Alex Panayi, a Liora y a Anabel Conde en 1995, con tanta pasión como atesoraba mis cintas de video de gimnasia, mis recortes de prensa, mis libros de cine, mi caja de periódicos con noticias de deporte y Carnaval, mis películas de Hitchcock y de Bette Davis. No había nadie en el mundo como yo, que supiera más que yo, que sintiera lo mismo que yo... Qué solo, qué triste y solo.
Estaba solo. Eso no lo supe hasta muchos años después, cuando todos salimos un poco o un mucho de aquella oscura clandestinidad con la llegada de Internet a nuestras vidas. Fue entonces cuando supimos que no éramos únicos. ¡Pero si no era un bicho raro! Había un foro de gimnasia donde personas enloquecidas por la gimnasia hablaban de... Gimnasia. Existía Eva, existía Marina, existía Berta... Cuánta gente como yo con ganas de hablar horas y horas sin parar. Oh, maravilla, también un chat donde se podía hablar los 365 días del año sobre Eurovisión. Un sueño hecho realidad. Tenía a Lidia, tenía a Paco, tenía a Jorge, tenía a Iván. Tenía tantas cosas.
Ahí nos dimos cuenta todos de lo que éramos. Unos repudiados y cutres frikis, esa palabra que nos humilla y nos envilece. Una especie de residuo de la sociedad generalizadora, torpe, ciega, que no es capaz de comprender que hay gente que camina en otro sentido. Y somos muchos quienes lo hacemos. A medida que fui creciendo logré tener contacto físico, abrazar y querer a quienes pensaban y sentían lo que yo siento.
Llegaron mis primeros congresos de eurovisivos y mis primeras quedadas de gimnasia. Llegaron también las transmisiones de los Oscar con madrugón unificado y los visionados conjuntos de Operación Triunfo, patinaje artístico, atletismo o lo que se tercie. Pero si es que aquí hay muchos frikis a los que les gustan las mismas cosas frikis que a mí, a mi alrededor, en mi pueblo...
He podido visitar media España gracias a frikis como yo. He conocido a su lado Bilbao, Sevilla, Madrid, Alcalá de Henares, Málaga, Valencia, Benidorm, Vigo, Barcelona, Granada, Jerez o L'Alcora, y he tenido el honor de asistir a la boda de muchas de quienes hoy son mis mejores amigas. Y, precisamente por ser friki, también he viajado persiguiendo mis aficiones por toda Europa, he nadado en las limpias aguas de Grecia con dos frikis de Argentina y me he sentado a beber cerveza en Patras con dos frikis chilenas.
También me he quedado en casa de otros frikis y he recorrido en coche España y parte del extranjero con otros frikis. Por cierto, participo en un concurso anual sólo apto para frikis eurovisivos y sigo yendo a congresos de frikis. Me he enemistado con frikis por cosas frikis y me enamorado de alguien que es más friki que yo... Y con frikismos distintos a los míos.
Sí, tú, el que todavía lo vives en la clandestinidad. Aquí me tienes, yo te comprendo y también sé lo que sientes por tus aficiones. Por Eurovisión, por la gimnasia, por los Oscar ...
Soy, sin duda, el mayor de los frikis.
(Pero no te olvides de La Palma)
Puzzle Bobble
Karate Blazers
Puzzle De Bloques
Magical Cat Adventure