Revista Educación

Quino, Mafalda y yo

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Quino, Mafalda y yo

Cuando en 1962 le encargaron al dibujante argentino Joaquín Lavado, Quino, una historia cómica para promocionar los electrodomésticos Mansfield de forma encubierta, ideó una familia tipo en la que los nombres de todos los personajes comienzan por la letra eme. A la niña protagonista, seguramente por identidad con la marca, la llamó como a uno de los personajes de la novela "Dar la cara": Mafalda.

El diario Clarín, al que iba destinado la caricatura, se percata del mensaje publicitario, y rompe el acuerdo, pero aquella Mafalda ciertamente malévola y hasta violenta, que sólo mostraba preocupaciones de niña repipi, se hace un hueco en la revista Leoplán, y el 29 de septiembre de 1964 se estrena en Primera Plana, donde muy pronto conocerá su amigo Felipe. 56 años y un día después de aquella histórica publicación, el genio nos deja. Hasta eso nos arrebata este injusto año 2020.

Quino, Mafalda y yo

En su etapa en Primera Plana empezó Quino a apartar el lado desagradable del personaje, al tiempo que despierta su característico compromiso social. Adaptándose a los requerimientos de un semanario de actualidad, se suceden las valientes referencias a la actualidad argentina e internacional, a la liberación de la mujer, la paz mundial y las necesidades de una clase media ahogada en créditos para pagar su primer televisor. Rabiosamente actuales medio siglo después.

Desde marzo de 1965, la tira empieza a difundirse diariamente en El Mundo, lo que diversifica las inquietudes de Mafalda y amplía su círculo de amistades, que en dos meses ya cuenta con Manolito, Susanita y Miguelito. En 1966 se publica un primer volumen de sus historietas que se agota en dos días. El cierre del periódico en diciembre de 1967 pilla embarazada a la mamá de Mafalda.

Con una simpática carta de presentación de la heroína a su director, la publicación Siete Días Ilustrados recupera la tira medio año más tarde, ya con Guille haciendo sus primeras gracias en la cunita. En 1970, un año después de que el padre de la familia se haya comprado un flamante Citröen, Libertad completa la pandilla.

Quino, Mafalda y yo

En su momento de mayor popularidad, Quino decide publicar su última tira un 25 de junio de 1973, se establece en Milán huyendo de la inseguridad reinante en Buenos Aires, y enfoca definitivamente su carrera al humor gráfico, en una brillante y amplísima serie de viñetas con su inconfundible trazo y el omnipresente pesimismo humanista por bandera. Como la mismísima Greta Garbo, Mafalda se retiraba para siempre. O casi.

El autor sólo retomaría tan reconocible universo en acciones desinteresadas de defensa de la infancia, como las hermosas ilustraciones de los diez principios de la Declaración de los Derechos del Niño, encargadas por UNICEF en 1976, una campaña de promoción de la salud bucodental que protagonizó en 1984, o la difusión en 1986 de las primeras elecciones a los consejos escolares en España.

No, Mafalda no ha dicho casi ninguna de las frases (algunas bastante estúpidas, cuando no directamente maltratadoras del excelente español que siempre utilizó su creador) que se le adjudican en las redes sociales, o que circulan a cada rato en grupos de Whatsapp. Dejando a un lado las causas referidas, desde que dejó de publicarse en 1973, Mafalda únicamente volvió de su retiro en 2009, a dos páginas en el diario italiano La Reppublica, afeando su machismo al mismísimo Berlusconi con un airado: "No soy una mujer a su disposición". Por favor, si han de difundir citas de la gran filósofa latinoamericana, al menos que sean las reales, que por sí mismas son potentes e inspiradoras.

Quino, Mafalda y yo
Nada menos que una doble página ocupó esta imagen que Quino envió a La Reppublica, con las palabras exactas que la diputada Rosi Bindi profirió ante un ataque machista del intocable Berlusconi.

Lamento no haber podido explicarle a Quino que en la trayectoria de su inmortal criatura, es necesario marcar un día indeterminado de 1984. Aquel en que cayó en mis manos el primero de los maravillosos libros de la editorial Lumen, numerado con un cero. Lo encontré en casa de los mejores amigos de mis padres y, sencillamente, lo devoré, fascinado por la inteligencia de aquella niña que imploraba su primer televisor.

Yo ignoraba que las viñetas habían visto la luz 20 años atrás en plena polémica sobre el carácter alienante del aparato, y que el propio autor se oponía a tener uno. "Me niego a que mi Mafalda se convierta en una taradita cantajingles", decía en una tira. Visionario.

Le di tantísimo el coñazo a mi padre con Mafalda que en unas semanas me trajo el número 2 de la serie y, algún tiempo después, el 5. Yo creí volverme loco y me los aprendí de memoria. En el primero de los ejemplares, la protagonista se iba de vacaciones, cumplía seis años y empezaba al colegio, mientras que en el segundo conocía a su hermanito y hacía de altavoz de la sensibilidad de una sociedad que avanzaba de forma inexorable en el camino de la igualdad, con su lapidaria frase: "Lo malo es que la mujer en vez de jugar un papel, ha jugado un trapo en la historia de la humanidad". Una de las grandes feministas del siglo XX, sin duda.

Quino, Mafalda y yo

Para motivarme en el sano hábito del ahorro, mi padre empezó a darme cincuenta pesetas diarias con el fin de que las guardara para lo que más me apeteciera. Obviamente se refería a los números que me faltaban para completar la colección, que fuimos comprando desordenadamente en el único sitio que los vendía, una librería/estanco que estaba en los bajos del edificio Alsaca de la Rambla Pulido, hasta que adquirimos el último por 340 pesetas. El destino es así de caprichoso, y precisamente fue el que me había entusiasmado años atrás, el cero.

Los leí millones de veces, sin exagerar. Vi las películas y la serie de televisión, desayunaba y cenaba con los libros, y hasta me llegaron a dibujar en la pizarra de clase un "Lemus love Mafalda" con un corazón. Y ahí siguen, siempre conmigo.

Ahora que Quino nos ha dejado tan huérfanos de su talento y sabiduría, tendré que releerlos nuevamente, a ver si encuentro nuevas reseñas de lógica y humor. Mi relación con el mundo, mi filosofía y mi forma de pensar han sido modelados, entre otros, por la mordaz interpretación de la realidad de aquel pintoresco colectivo y su lideresa, y mi vida y determinación serían otras sin ella. Gracias a Mafalda conocí expresiones como "conciencia gremial".

Quino, Mafalda y yo

El brillo y universalidad de Mafalda, cuya aportación está a la altura de Charlie Brown o Garfield, ha opacado la carrera del prolífico ilustrador, que sólo dejó de crear hace algunos años, aquejado por el glaucoma, en la época en que se le concedía el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación o Humanidades.

Entre las múltiples distinciones que cosechó en todo el mundo, echo en falta que se le reconociera con una silla en la Real Academia Española, institución que le recordaba en Twitter de esta manera: "Nos ha dejado Quino, creador de la inolvidable Mafalda y uno de los dibujantes en español más internacionales. Sus certeras palabras viajaron a ambos lados del Atlántico gracias a sus viñetas y su peculiar sentido del humor".

Quino prestó voz y sentimiento a decenas de millones de hispanohablantes, hizo felices a niños y adultos y, sobre todas las cosas, siempre defendió firmemente la paz. Que en ella descanse.

Quino, Mafalda y yo


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