Revista Coaching

Ratio de risas

Por Soniavaliente @soniavaliente_

Se declara fan absoluta de San Valentín. De celebrar las cosas. La vida. El amor. Fan de la ilusión. De enviar WhatsApps intrascendentes sin motivo. A su marido, dice. Y de descomer arcoiris en el país de la gominola.

Ella, que trabaja en el Publicidad, no va a entrar si San Valentín es o no un infundio comercial. Por supuesto que lo es.  Como si todo lo que oliera a marketing fuera la encarnación del mal cuando cualquier excusa para ser más feliz es buena. Solo los tacaños refunfuñan. Van de outsiders para disfrazar su condición miserable. Para no regalar.

Así las cosas, se declara fan de obligarse a salir a cenar. Entre semana. A pintarse el ojo. Subirse al tacón y esforzarse por ilusionar al contrario. Con sus secretos. Y certezas. El otro día leía un gran artículo de Fernando Trías de Bes acerca de cuánta verdad es deseable. Cuánta transparencia podemos digerir. Y hablaba de la importancia de los secretos como motor de una relación. El misterio como atracción.

Ratio de risas

La mayoría de las personas se quejan de la falta de honestidad en su entorno, en su familia. Por supuesto, en el universo político. Lo que desconocen es que la mentira es un gran pegamento social. Desean la verdad para lo que les conviene: saber si son amados, correspondidos. Que no están solos. Pero esa sinceridad no es deseable cuando el balance es negativo.

Hay personas que se sienten heridas al escuchar la verdad. Ofendidas. Como un ataque personal. Cuando toda crítica constructiva es un aprendizaje, un camino hacia el crecimiento. Es muy duro tener siempre la razón. Y hace mucho frío en esa atalaya. Por ello, tanto en las relaciones personales como laborales es fundamental el ratio de risas. Las veces al día en que una piensa en lo que tiene. Con sus secretos y certezas y no puede más que sonreír.


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