Revista Diario

Recorte de Londres

Por Drajomeini @DoctoraJomeini

Recorte de Londres

Yo recordaba (De otra vez. De hace años) un Londres gris, frío y lluvioso. Recordaba un Londres inhóspito y desangelado. Una macrociudad en la que todos parecían tener demasiada prisa para pararse a disfrutar de la vida. Reconozco que no tenía demasiadas ganas de volver. Este fin de semana me ha devuelto Londres. He paseado por una ciudad llena de vida, de color, de contrastes. El sol ha hecho salir a los londinenses a la calle a pasear piernas blancas, negras, rojas y amarillas. Ha llenado de turistas los puestos de Portobello Road. Y de amantes de la siesta el césped de Hyde Park. Bajo ese mismo sol, las calles derraman petunias a la entrada de los pubs. Como espías infiltrados, nos sentamos en un pub, con nuestras medias pintas y un fish & chips para ver el partido de España contra Chile. Pero el primer gol nos hizo levantar los brazos y gritar: "GOOOOL". Detrás nuestro, nos siguieron unos extremeños. A la derecha, unos catalanes. Y al fondo, un señor de Santander. Nos miramos sorprendidos. Y, luego, hermanados por el hecho de ser españoles en tierra extraña, seguimos viendo el partido y comentándolo, para horror de una pareja de suizos, que intentaban seguir el Suiza-Honduras en otra pantalla más pequeña. - ¿Qué venif a hafer aquí? - nos preguntó uno de los extremeños, que llevaba un pedal de mil pares. - De vacaciones - ¿Y de dónde venif? - De Tenerife. -Oigs, de Tenerife. De Tenerife, vienen, oye - le dice a su colega. un cántabro con otro pedal digno de Indurain.- Puef a nofotrof nof dijeron laf parientaf: "Fi no aprovecháif ahora, ¿cuándo vaif a aprovechar? Y nof hemof venido con lof colegaf. Pa´que veáif que parientaf que tenemof". Yo, siendo la "parienta", tendría muchísimas ganas de perderlos de vista a ambos. Con lo que, efectivamente, entiendo a sus parientas. El partido sigue su curso, con un Chile que pone toda la carne en el asador y una España, que no, pero que gana. El aplauso final de los españoles no deja oír el llanto silencioso de la chica suiza. - I´m sorry! - le digo, al salir, sintiéndome culpable no sé muy bien de qué. Ella sonríe, pálidamente, como la que recibe el pésame.

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