Sexo en la primera cita

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Camina por la calle y sus miradas se cruzan. Flechazo. Usted va con prisas y ella más. ¿Se habrá escapado el amor de su vida? Hablarle sería inconcebible, rayano en el acoso en la vida real. En las redes sociales, en cambio, se convierte en aceptable. Les habla de la nueva app para encontrar a su flechazo perdido. Primero vino la burbuja inmobiliaria, luego la de la burbuja formación y después, amigos, la de las apps.

Hay aplicaciones móviles para todo. Pero, como somos humanos, las que promueven el fornicio con desconocidos son legión. Porque ya habrán caído que el amor a primera vista no existe, existe el sexo en la primera cita. Y por eso nos empeñamos en conseguir una cita con ese ser angelical con el que usted se cruza a diario de camino al trabajo, en esa terraza… Pues qué quieren que les diga. Esa búsqueda desaforada del amor no es cuqui ni cool ni un pulso al destino.

Porque algunos hombres cazan por castigo. Sin smartphone y a cara descubierta. Es entrar en el metro, tropezar con la mirada del que se cree el macho Alfa del vagón, y pensar “que no me hable, que no me hable” y en 3,2,1… “¿Qué calor hace hoy, ¿no?”, “Qué, ¿a la playita?” O la última. En el tren. Un hombre maduro simula hablar con alguien por teléfono: “Tengo enfrente a una chavala… Lleva un gorrito y unas gafas azules”. Señores, eso no es romántico, eso da miedo.

Para qué descargarse la aplicación si ya conoce el pelaje de todos los lobos en derredor. Seguro que el chulazo en cuyos abdominales rallaría pan del chiringuito del miércoles de Cullera ni la recuerda.

Es increíble cómo las mujeres sabemos de la existencia de dimensiones paralelas que comparten el continuo espacio- tiempo y que nos hacen invisibles a ciertos semidioses. En cambio, los hombres, desafiando toda lógica, y si le apuran, a las más elementales leyes físicas piensan que cualquier fémina está a su alcance. Ésa es la actitud.