Revista Educación

Te quiero

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Te quiero

Quiero a un número hermoso y suficiente de personas, o algo así escuché decir una vez.

Los valores más importantes los conocí en mi familia. He tenido la inmensa suerte de haber crecido en un entorno cálido en el que recibí todo el cariño posible, con unos padres que se quieren y que nos quieren, que jamás hicieron distinciones entre sus hijos. Sé que hay familias que no necesariamente son un modelo de tranquilidad, pero la mía siempre lo ha sido. Somos una pequeña piña en la que siempre recibí el mismo ejemplo de amor y respeto, de aprender a convivir y a perdonar.

El paso del tiempo y de otras personas por mi vida ha reforzado estos principios, y he aprendido de la forma en que mi entorno gestiona sus propias emociones, del modo en que se relacionan los demás entre sí.

¿Por qué es tan fácil decir lo que está mal y cuesta tanto explicar que me siento bien? ¿Por qué me resulta tan difícil abrir mi corazón? ¿Por qué doy por hecho que los demás saben cómo me siento, si nunca he sido capaz de expresarlo con palabras?

Hubo un día en que pronuncié un "te quiero" por primera vez. El sabor de esas dos palabras, cuando se dicen de verdad, permanece incólume en la boca y en el corazón. Y ese dulce paladar, ese sentimiento que rompe en tu interior, se mantiene por muchas veces que las uses, sea dentro de tu familia, en una relación de amistad o hacia tu pareja.

Cuando entregas un "te quiero" realmente te estás desnudando por dentro, estás enseñando la fragilidad y la fortaleza de tus sentimientos. Es frágil porque para ti es una manifestación de verdadero amor hacia la persona que lo recibe, que significa mucho para ti con independencia de cómo encaje nuestras más limpias intenciones; pero es fuerte porque denota convicción, porque nace de la verdad y del valor, asumiendo el riesgo de no recibir lo mismo a cambio y afrontando la responsabilidad de que nuestros actos tratan de ser acordes a tamaña declaración de principios.

Evitamos en ocasiones comprometernos con un "te quiero" porque creemos que nuestros interlocutores ya saben de nuestro cariño y aprecio. Y es verdad que nuestros actos dicen más de nosotros que nuestras palabras, pero nunca está de más decirte que no me da vergüenza gritar que eres lo mejor que me ha pasado. Te escucho cuando me hablas. Eres mi prioridad. Tengo todo el tiempo del mundo para ti. Creo en ti, estoy a tu lado. Me alegro tanto de pasar tiempo contigo... Valen tanto como un "te quiero".

Desde el principio sentía algo amarrado a mi pie. Tiré de aquel hilo rojo y no alcancé a ver el final, hasta el día en que supe que era el extremo del mismo hilo rojo que estaba anudado a tu pie. Hasta entonces no comprendí por qué me mirabas así. No entendí por qué todo fluía tan fácil. Pero sabía que te quería desde antes de nacer, y que seguiré queriéndote en la eternidad.

Sé que te quiero porque no me da vergüenza gritar a los cuatro vientos lo mucho que me importas.

Sé que te quiero porque junto a ti pasaría las últimas horas de mi vida si supiera que van a ser las últimas.

Sé que te quiero porque a tu lado no tengo miedo a la enfermedad, ni a la guerra, ni a la muerte.

"Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría 'te quiero' y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré". Gabriel García Márquez.

... Pero no te olvides de Ucrania.


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