Revista Opinión

Turquía y Arabia Saudita: Puntos de decisión

Publicado el 27 enero 2017 por Polikracia @polikracia

Me he dado cuenta que con el tiempo las relaciones internacionales entre los países del mundo evolucionan de una forma mucho más dinámica de lo que pensaba y estaba acostumbrado. El efecto globalizador parece que sí tuvo inferencia en el comportamiento de las relaciones entre Estados, y también en cómo las corporaciones y otras instituciones privadas influencian a estos Estados;  el comportamiento del poder se ha ido manifestando en distintas formas, al principio, de manera divina, luego, en Estados poderosos (totalitarios, autoritarios…), luego, en Estados militarizados (preparados para una tercera guerra mundial) y ahora, en instituciones financieras y empresarios con un poder económico gigantesco.

¡La crisis está en ellos! Así ve la ciudadanía del mundo europeo a la Unión Europea. Esta organización que se hizo con ciertos pilares inamovibles, hoy en día parece que con el auge del populismo, la xenofobia, la islamofobia, las nuevas izquierdas mencheviques y las derechas nacionalistas, la identidad europea se ha visto quebrantada por una inevitable asociación de las personas hacia estos pensamientos (entre otros), se repite tal cual pasó con la identidad proletaria en la primera guerra mundial. La ciudadanía piensa que la crisis está en ellos pero no llega a la conclusión que esta política nace de un todo complejo, entre ciudadanos y representantes, entre la gente, los políticos, los empresarios y la no participación por la abstención política. El desinterés de la ciudadanía, no menos legítima por la corrupción y la clara falta de ética por parte de los políticos y empresarios para poder resolver ciertas temáticas, han alejado a estas personas del plano político: vía libre para la praxis de los representantes del neoliberalismo; vía libre para aquellos que anteponen sus intereses antes que el de las personas.

Sin redondeos, este juego lleva varios años evolucionando, a tal punto que incrementó un conflicto en Siria a rangos no vistos desde Vietnam. Rusia y EEUU, otra vez, se han encontrado durante los años 2015 y 2016 en este conflicto, en la diplomacia y en las relaciones internacionales; no obstante, esto parece que cambiará con la nueva administración de Donald Trump, dado a los numerosos comentarios positivos que el nuevo presidente de EEUU hizo hacia su homólogo ruso, Vladimir Putin.

No siempre tenemos los binoculares para poder ver qué es lo que pasa dentro de la caja negra política, y si los tuviésemos aún tendríamos que tener rayos x cuán Superman para poder llegar a ver en una verdadera y fuerte imagen lo que está pasando. En esta, que está en instituciones como: el Congreso, el Europarlamento, los directorios de empresas, el Ejecutivo, entre otros departamentos derivados de los anteriores, se cocinan todas las políticas que, sin consultar con la ciudadanía, ponen en práctica (como cuando Europa tuvo que ir al rescate de los bancos con el dinero público).

Dentro de este conflicto se ha visto entre medio del fuego Turquía, un país que históricamente representa mucho para el mundo musulmán, pero así también lo es para Rusia, país que no solo tenía a las tropas OTAN sino que además poseía los misiles al frente del territorio de los soviéticos. Vladimir Putin, el actual presidente de Rusia, no es historiador pero tampoco un inculto; sabe qué pasa y qué puede pasar, en esto, es un gran visionario político. Se metió a la guerra de Siria para probar un punto a EEUU, y este era que no estaban tan mal en el área del armamento, y así encima fue reforzando los lazos con sus viejos aliados como Siria o Irán. Al principio Turquía fue para Rusia el dedo en la llaga  dentro del conflicto sirio. Tanto así, que hubo momentos donde casi se van a la guerra, como cuando Turquía derribó el avión ruso, el cual terminó cayendo en territorio sirio, esto provocó un serio conflicto entre ambas naciones, donde Turquía era claramente inferior que Rusia tanto en poder duro como en poder económico. Aunque la diplomacia no faltó por parte del gobierno ruso para manejar esta situación, pues mantuvieron la calma hasta que pasase la calentura en la cabeza y pensasen las cosas con más claridad. Algo que a futuro vendría muy bien.

No obstante, si escupes al cielo, este se devolverá. Así pasó con EEUU y la CIA cuando intentó hacer dejarle claro a Erdogan, el presidente de Turquía, que ellos eran sus únicos aliados y que debían obedecer lo que esta nación requería. Turquía no lo vio así, y por lo tanto, en resumen, se orquestó un fallido golpe de Estado donde sobrevivió la figura más importante, a su vez que emblemática, Recep Tayyip Erdogan. El mandatario de Ankara no dejó pasar por alto esta traición a su nación, que casi se realizó, con ayuda transversal de EEUU; Erdogan hizo pagar a cualquiera que estuviese mínimamente involucrado, desde militares hasta profesores. Convirtió Turquía en una especie de Estado autoritario, gracias a la aprobación del Congreso turco, que en velo por sus doce parlamentarios muertos, otorgó poderes extra al presidente. Para terminar con el cuento, el último movimiento de ajedrez que Erdogan hizo en política internacional fue dejar de mirar a EEUU como un aliado y a Rusia como un enemigo. Los papeles parecen haberse invertido y ahora Putin se ha aventajado para conseguir un nuevo amigo en Medio Oriente, uno importante y que conecta toda una historia con la Unión Europea. Turquía parece que ahora sí quiere tomar cervezas en el mismo bar que Rusia, Irán, Siria, India y China. Ahora mismo, existe poco a poco un eje anti imperialista, por ahí lo oí, que se está formando con el liderato de Rusia y China; pareciese que  viene el ocaso el orden mundial establecido por George Bush padre.

Pero más allá de este eje está Rusia, que ha tenido un papel protagonista estos dos últimos años a la cabeza de Putin, un zar a toda costa que no se ha doblegado ante nadie, ni siquiera a él mismo. Rusia parece vivir sus mejores momentos políticos desde la URSS. Este, quien ha tomado la iniciativa de seguir aliando países a este nuevo eje, pareciese que está intentando conseguir el sí a la tercera cita con Arabia Saudita. Si bien recordamos, este país de índole salafista ha apoyado de forma unilateral al Estado Islámico (que es wahabita, una doctrina hermana del salafismo), al igual que a Israel, quien se ha involucrado en una guerra civil de Yemen, país con fuerza chiita por cierto, y por último, ha sido amigo de EEUU desde hace mucho tiempo. Vladimir Putin quiere romper esta relación transformándose en el amante de Arabia Saudita, así lo quiso al menos cuando invitó a los jeques y reyes saudíes a la fortaleza del Kremlin. Está claro que si lograse este objetivo y Arabia Saudita viese como mejor postor a Rusia (y China, por detrás), esto haría dar un giro a no solo el conflicto sirio, sino a que el único aliado que a EEUU le quedaría en Medio Oriente sería Israel, país que ha quedado solo dado al gran odio que los ciudadanos de otros países tienen por lo que pasa actualmente en la franja de Palestina, una empatía que le ha costado mucho a Israel aunque no quieran admitirlo.

Queda claro que el mapa político para los próximos años es confuso y no con falta de conflicto entre este nuevo eje y el antiguo régimen imperialista de EEUU. La pregunta que queda para este artículo es: ¿dónde queda América Latina, Sudáfrica y Oceanía en este conflicto? Y más aún, ¿qué cambiará ahora que Donald Trump es el nuevo presidente de EEUU? ¿Qué será de la relación China-Rusia?


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