Un tal Messi

Llegué del gimnasio, todo sofocado y con dolor en las palmas de las manos, era un día entre semana, y estaba de vacaciones. Alguno me había dicho “qué bien vives” y otros me habían llamado al móvil personal para preguntarme cosas del trabajo. A los primeros les contesté “vivo como puedo” y a los segundos les dije “ya te diré, ahora no puedo”.

Bueno, en estas estaba, oliendo un poco a sudor y comiéndome un plátano, porque había visto que son buenos después de entrenar, cuando en la tele dijeron que un tal Messi estaba condenado a la cárcel por no pagar impuestos en cuatro años. No me sonaba el nombre de ese político, y me pregunté entonces quién sería, porque últimamente los imputados y eso pertenecían a esa clase. Seguí escuchando y dijeron que pese a la condena el señor Messi, al que sentenciaban con su papá, no iría a la cárcel, por no sé que rollo de antecedentes. Tiene que ser político, me dije. Decidí comerme otro plátano. En la tele mezclaban esa información con otra del ayuntamiento de Madrid, no sé qué cosa de un concejal que había hecho no sé qué otra cosa mal.

Entonces lo vi, salió su foto, era como un niño, tenía la mirada perdida, cierta dosis de ingenuidad en su mirada. Luego salió otra foto jugando a la pelota. Y luego dijeron que el señor Messi no era político, que era futbolista y que cada año cobraba no sé cuántos millones de euros por jugar -bien, eso sí- al fútbol. Y vivía en España, en el mismo país en el que vivía yo. Miré encima de la mesa, estaba el recibo del IBI, del impuesto de la basura, y del agua que acababan de llegar. Un poco más allá el segundo pago del IRPF porque el año pasado tuve dos pagadores (cobré una factura de 600 euros y por esto tuve que pagar a hacienda un pico que tuve no pude más que dividir en dos plazos, la pasta de las vacaciones “pal carajo”).

Apagué la tele. Tiré las pieles de los plátanos a la basura. Y pensé que si iban a haber terceras elecciones este año, era una buena oportunidad para este señor Messi para presentarse, ganaba fijo.