Revista Educación

Una paliza, un currículo y un asesinato

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Una paliza, un currículo y un asesinato

Hoy he decidido esbozarles tres historias reales. Son de primera mano, porque fui testigo de cada una de ellas. Es difícil conseguir que se muevan un poco las posiciones de quienes se enrocan en que la violencia de género no existe. Tergiversan los argumentos, los estrujan hasta romperlos y tirarlos a la papelera de aquellos pensamientos que no quieren tener. Bien, yo les digo que el problema es que piensan en la violencia de género como algo único, de un solo color, con una forma determinada, con unas reglas fijas, cuando las aristas del problema son tan diferentes como las personas que pueblan el planeta.

Primera historia

Érase una vez una adolescente que, por primera vez en su corta historia, se quedaba en unos apartamentos turísticos con dos amigas. Por supuesto, los padres se alojaban en otro muy cerca, pero aquello era un primer paso hacia la independencia. De pronto, una madrugada, comenzaron a oírse golpes y ella supo que era una cabeza contra la pared, una y otra vez. Así que llamó a la seguridad del complejo y estos a su vez a la policía. Cuando los vecinos abrieron la puerta a las autoridades, la mujer apareció llena de cardenales. Su cabeza era la que golpeaba contra la pared un hombre que se había llevado a cambio las marcas de unas uñas en su cuello. Al día siguiente, la muchacha se encontró con un miembro de la seguridad de los apartamentos, que le explicó que aquella noche la pareja había dormido separada, pero que, al amanecer, se habían ido de excursión juntos. "Perdiste el tiempo llamándonos anoche", le dijo el guardia. "No importa", respondió ella, "volvería a hacerlo".

Segunda historia

La vecina tocó la puerta y pidió, en silencio, que la dejaran pasar. "¿Tú sabes hacer un currículo?", le preguntó, en un susurro, mientras la casi niña, casi joven, asentía. "¿Podrías ayudarme? Pero no se lo puedes decir a nadie". Se escondieron en el cuarto de la muchacha y un ratito después, salió de la impresora un currículo de una página, corto pero lleno de esperanza. La vecina se fue con el mismo sigilo que vino y, unos meses después, ya no vivía en el edificio. Había conseguido salir del infierno de aquella casa, con sus hijos, tras conseguir un trabajo y la ayuda de las instituciones para encontrar un cobijo temporal.

Una paliza, un currículo y un asesinato
Imagen ©Freepik.

Tercera historia

Una adulta joven con la cabeza llena de pájaros viajó una vez a Cuba. No era un viaje turístico, sino uno de esos iniciáticos en los que se comprueba cómo es el mundo de verdad, sin guías ni protecciones, casi a pelo. En uno de esos bares creados para dar servicio a los turistas, y donde los cubanos apenas se podían permitir entrar y mucho menos consumir, mientras fotografiaba a una niña subida a un pequeño caballito mecánico, se empezaron a oír gritos. Un hombre había sacado un machete de su mochila y perseguía a su pareja, muerto de celos por saberla allí, en aquel lugar, riendo junto a otras personas. No voy a darles datos escabrosos, pero el cerebro de la joven se colapsó y borró el recuerdo del asesino que alcanzó a su víctima justo delante de ella.

Sí, la violencia de género existe. No, no es solo familiar, tiene que ver con el hecho de ser mujer, del concepto de mujer que la sociedad creó durante siglos. Y hay tantos tipos de violencia de género, de angustia, de muerte, de dolor, de discriminación, de abuso sexual, que no valen excusas ni argumentos basados en porcentajes ínfimos o casos anecdóticos que lo único que hacen es confirmar la regla, y esta es que hay millones de mujeres en el mundo que sufren por ser eso, mujeres.


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