Revista Educación

Venezuela

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Es realmente complicado formarse un juicio más o menos acertado de lo que está ocurriendo en Venezuela. Es difícil incluso para quienes de vez en cuando leemos un periódico para informarnos; o para lo contrario, según el periódico que leas. Resulta curioso comprobar cómo un mismo proceso puede ser contado de dos formas tan dispares tan solo por el mero hecho de participar de una ideología o de otra.

Venezuela

A pocos he leído o escuchado que hayan sido capaces de pintar un cuadro de la situación mínimamente objetivo, sin caer en la farándula ni en la exageración o la manipulación. ¿Tan difícil es? Sí, claro que sí. En una sociedad tan maniquea como esta lo contrario habría sido un milagro.

No voy a entrar en el uso que la derecha de nuestro país hace de Venezuela. La derecha hace tiempo que me dejó de interesar, al menos esta derecha que nos mal gobierna, culmen de la corrupción, la estupidez y el patriotismo mesetario. Nada se puede esperar de quien nada tiene que ofrecer.

Sin embargo, sí me molesta la visión sumamente idealizada que tiene la izquierda, o cierta izquierda, de Venezuela. Porque por mucha ideología que se tenga, hay hechos que son irrefutables: los muertos. Un muerto es un muerto, aunque se quiera camuflar como caído por la Revolución Bolivariana. Y mientras esto escribo, la cuenta de muertos en Venezuela va por 10 durante las votaciones para formar la Asamblea Constituyente. Ninguna revolución, que va para 20 años ya la revolución, justifica o está por encima de la vida de nadie, pero a veces da la sensación de que para esta izquierda estos son ‘muertos necesarios’ en pos de la tierra prometida, que, vaya, sigue sin llegar. Esa no es la izquierda de la que yo participo.

No hay que engañarse, en las democracias de verdad la gente no muere mientras va a votar en unas elecciones. En Venezuela sí, y no solo mueren cuando van a votar, también en asaltos, robos, ajustes de cuentas o simplemente porque sí, porque la vida allá hace tiempo que dejó de tener valor. Aterrador es ese ‘clin clin’, soniquete de la culata de una pistola contra la luna del cristal de un coche, me cuenta un amigo venezolano.

Cuando vivía en Australia le pregunté a un colombiano cuál era la principal diferencia entre vivir allá y vivir en su país: la seguridad, me dijo mientras hacía el gesto de disparar un arma. La seguridad del mal llamado primer mundo, la seguridad de ir por la calle y saber que no te van a descerrajar un tiro. Si en esto consistía la Revolución Bolivariana al menos deberían tener la honradez de reconocer que no ha funcionado, que ha sido un fracaso, como lo fue en Rusia y como lo ha sido en Cuba.

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