Veo un reflejo ahí arriba, ¿será el famoso techo de cristal?

Existe. Hoy por hoy es así. El mercado laboral funciona como funciona, tiene sus exigencias; y no se puede estar en misa y repicando.

Mi empresa está poniendo en funcionamiento dos nuevos centros de trabajo, uno en España y otro fuera. En ambos sitios necesitan ahora apoyo y hasta allí se están desplazando algunos de mis compañeros, cada uno para colaborar desde su cargo, más o menos técnico, de más o menos responsabilidad. Es una buena oportunidad para aprender, para ser útil a la empresa, para “hacer méritos” y para obtener lo que en las grandes empresas se llama visibilidad. Para que, si lo haces bien, piensen en ti en caso de que surja un puesto más intreresante o que te permita desarollarte, mejorar, etc.Pero lógicamente hay que salir de casita, mover el culete, y pasarse unos meses fuera. Y yo por supuesto no estoy dispuesta a eso en este momento de mi vida. Lo hice en el pasado, pero ahora no quiero hacerlo, quiero estar en mi casa. Otros sí están dispuestos, lógicamente; casualmente todos hombres, porque casualmente en mi profesión predominan los hombres. Así que lo tengo que asumir, de algún modo he topado ya con una parte del famoso techo de cristal. Esto es sólo un ejemplo, que va sumando, sumando con otras muchas situaciones del día a día. Y esto suponiendo siempre que se nos trate por igual a hombres y mujeres, sin machismo. ¿Y cómo se arregla esto? Es difícil. La empresa tiene unas necesidades y la familia otras.  Dónde está la conciliación, soy peor madre por trabajar, mil dudas que me rondan una y otra vez.