Revista Educación

Vientos de noviembre para el amor

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Vientos de noviembre para el amor

A pesar de que he leído cosas infinitamente mejores, desde hace años, cuando me preguntan cuál es mi libro favorito, sin pensármelo dos veces, yo siempre digo que es Vientos de noviembre para el amor.

No se dejen engañar por su título cursilón porque, en realidad, se trata de una novela escrita de manera exquisita por Jorge Victoriano Alonso, que en 1998 fue finalista del Premio Primavera de Novela y que narra las peripecias de los habitantes de la localidad de Puerto Aguinaldo, en plena Pampa argentina, coincidiendo con la celebración del centenario de su fundación.

La trama, que está aderezada por una serie de acontecimientos que recuerdan de manera premeditada a los de Cien años de soledad del maestro García Márquez, que siempre ocupó un lugar destacado en las estanterías de mi casa junto a la obra de otros tantos autores hispanoamericanos, cuando aún no me había dejado atrapar por los encantos de la novela negra.

Sin embargo, no creo que esa fascinación que me produjo su lectura se deba a ese pedigrí de realismo mágico, sino a que cayó en mis manos en el momento preciso. Estoy plenamente convencido de que el éxito de un libro, una canción, una película o cualquier otra forma de expresión artística depende, principalmente, de que se cruce en tu camino en el instante adecuado.

Insisto, estoy hablando de esto que ocurrió a finales de la década de los 90 (si nos ponemos tiquismiquis recordemos que se trata del milenio pasado), así que mucho ha cambiado desde entonces y muchos más libros interesantes he tenido la suerte de devorar, pero ninguno ha conseguido sustituir a este en el primer puesto en el ranking de mis preferidos.

Por otro lado, yo, que soy un enamorado del verano, de los días de calor y llenos de luz, noviembre siempre me pareció un mes insulso, oscuro y frío, un mes de tránsito hasta la llegada de diciembre y las fiestas de Navidad que tanto disfruté de pequeño y que ahora deseo que se acaben lo antes posible.

Aún así, años después de la lectura de este libro, noviembre se ha convertido en el mes que, para bien y para mal, ha sido más determinante en mi vida y, por tanto, el que acumula más fechas significativas para mí marcadas en su hoja del calendario. De hecho, igual que augura su título, noviembre me trajo al fin el amor verdadero, ese que tanto busqué sin fortuna en los cálidos y alegres meses de verano y, ocho años más tarde, me concedió mi primer hijo. En la parte negativa, noviembre me arrebató a mi padre y el empleo en el que he sido más feliz. Será cuestión de ciclos, pero, en líneas generales, este noviembre está siendo plácido y benévolo conmigo y sus apenas dos semanas ya me ha traído unas cuantas cosas buenas que por superstición no voy a nombrar porque todavía quedan otros largos quince días para que la balanza se pueda volver a torcer.

Coincidirán conmigo en que cuando, sin saber muy bien por qué, siempre haya respondido que mi libro fetiche es Vientos de noviembre para el amor, sea fácil llegar a la conclusión de que el destino tiene extrañas y a la par hermosas formas de enviarte señales.


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