Revista Cine

Visionado: "La vida de Adèle", de Abdellatif Kechiche. "El amor azul"

Publicado el 02 enero 2014 por Cinetario @Cinetario
Visionado: vida AdèleNota: ****
En el arte, pocos misterios vitales hay más frecuentados, encumbrados y maltratados que el del primer amor. EnLa vida de Adèle, su creador, Abdellatif Kechiche intenta, sin embargo, apartarse de todo cuanto conocemos. Y aunque quizás su película pueda llegar a tener ciertas semejanzas con otras historias que ya hemos visto, su virtud es que parece estar descubriéndonos nuevos mundos, escarbando en el manido sentimiento para encontrar una nueva inspiración, algo genuino, que sepa a verdad. Presenta el amor como un ‘accidente inevitable’, donde hay una rendición incondicional, pero sin aspavientos, con la belleza desaliñada de la inocencia que ya no es tan pura, pero también con la fuerza vital de la curiosidad.
Basada en la novela gráfica El azul es un color cálido, de Julie Maroh, el cineasta tunecino cuenta la historia de una joven, Adèle (Adèle Exarchopoulos), estudiante de instituto, que no termina de encajar en su círculo de amigos ni en sus relaciones con los chicos. Un día, conoce a Emma ( Lèa Seydoux), una joven artista, con el pelo de color azul, con quien irá abriéndose a la vida y, sobre todo, con quien entenderá que se ha acabado para ella la incertidumbre, esa comezón existencial, sin identificar, que le inquietaba. Adèle cree que, al fin, todo comienza a tener un sentido.
La sinceridad se respira desde los primeros momentos de la película, en el retrato de Adèle (de una sutileza psicológica impresionante e impresionista), en los de sus compañeros de instituto y de su familia, en su imagen perezosamente infantil, en su soledad acompañada, en esa torpe y forzada relación con el 'guapo' del instituto… Sin embargo, la película  gana en intensidad cuando la historia de amor cierra las puertas para centrarse en las dos mujeres, se ahoga en su intimidad, y comienza a derrumbarse. En el mismo momento en el que el tiempo trae consigo la distancia, los miedos y las decisiones absurdas, pero definitivas. En la película de Kechiche, sin embargo, esta evolución se hace tragedia de la misma manera espontánea con que la que, en un principio, el primer encuentro se convirtió en magia. Aunque  soportando, eso sí, una melancolía que deja sin respiración.
El estilo de Kechiche se balancea entre la sobriedad y los ramalazos deslumbrantes de belleza escénica (esa fotografía ‘sobre expuesta’ de algunos exteriores, el pulso de las secuencias largas, en aquella Adèle que se ve rodeada del azul magnético del mar...). Pocas veces un director se ha detenido con tanta admiración y ternura en los rostros de sus protagonistas, como si, en esa aventura, siempre se nos invitara a descubrir algún nuevo gesto que nos va a intrigar, un nuevo matiz en la mirada, la clave perfecta para reconocer el sentimiento que estamos ‘visitando’.
La película es emotiva e íntegra, en gran medida, por las fabulosas interpretaciones de sus dos protagonistas, dos jóvenes que se han enamorado de unos personajes complejos que se encuentran en dos latitudes diferentes: la una, en la entrega absoluta, la debilidad y el abismo que produce el paso a la madurez; la otra, en la pasión consciente, la intransigencia y la ambición artística. Resulta asombrosa la intuición con la que Adèle Exarchopoulos se conduce a lo largo de la película y nos refleja la curiosidad y la desolación. Léa Seydoux le da la réplica con menos víscera y más astucia interpretativa, pero las dos bailan al mismo compás y la química es perfecta. (A tenor de lo que ha contado la propia Seydoux, muy molesta con Kechiche, ha sido así a costa de un rodaje muy sacrificado y con un nivel de exigencia excesivo).
Solamente han existido algunos detalles que nos han resultado un tanto chocantes dentro del tono general con el que se conduce la película. Nos referimos a las celebradas escenas de sexo, quizás demasiado estéticas y con cierto aire coreografiado, Lo decimos sabiendo de que se han dicho de ellas que son muy naturales. Entendemos que por su larga duración… En cualquier caso, en esos momentos y sólo en esos momentos, hemos sido capaces de sentir que había una mirada detrás de la cámara. 

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