Revista África

Washington muestra su «mejor» cara a África

Por Jorge Luis Rodríguez González
Washington muestra su «mejor» cara a ÁfricaPara 2009, el Instituto Militar de Investigaciones Walter Reed asignó más de 85 millones de dólares para apoyar programas encaminados a combatir el VIH/SIDA en países como Senegal, Kenya, Tanzania, Liberia y Cabo Verde.
En septiembre de 2008, la Fuerza de Tarea Conjunta
para el Cuerno de África (CJTF-HOA), celebraba en Kintgum, una villa rural de Uganda, el trabajo de una clínica pediátrica y una biblioteca pública.
La historia se repitió en Addis Abeba, Etiopía, donde el Batallón número 4 de la Fuerza Naval, la CJTF-HOA, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y la embajada norteamericana en esa capital, emprendier
on durante ocho meses un proyecto conjunto de reparación de una pequeña escuela que desde su fundación en 1945, ha dado educación a 4 500 colegiales.

Iniciativas como estas sobran en la agenda de política exterior de Estados Unidos para África. En poblados extremadamente pobres se han visto levantar de la nada escuelas, hospitales de campaña, centros de distribución de alimentos y útiles escolares.

La historia no es novedosa: desde hace muchos años, las potencias de Occidente, en un falso gesto de limpiarse la conciencia por tantos años de explotación, emprenden en la región programas de ayuda humanitaria, aunque perfeccionando cada vez más las formas de saqueo hasta el punto de hacerlas casi invisibles o disfrazándolas de cooperación.
Lo novedoso del asunto es que las agencias internacion
ales humanitarias no son las que pretenden encargarse de la educación, la salud, o la alimentación en muchos de los poblados olvidados de África. Estas funciones corresponden ahora a soldados norteamericanos emplazados en el continente que trabajan conjuntamente con organizaciones no gubernamentales, humanitarias y de ayuda financiera. Lo que antes era solo competencia de agencias civiles, ahora es el nuevo disfraz del Pentágono para solapar su presencia en el otro lado del Atlántico.
Así lo reconoció el propio secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, cuando aún pertenecía a la administración de George W. Bush: «En los últimos años, las líneas que separaban la guerra, la paz, la diplomacia y el desarrollo se han vuelto más borrosas».

La historia inició cuando Estados Unidos comenzó a supeditar su seguridad energética a la seguridad nacional y se percató de que los descalabros unilaterales de Bush y sus desaciertos en el Medio Oriente habían desacreditado la política exterior norteamericana. África necesita otro acercamiento, por eso Washington ha optado por utilizar una estrategia mucho más inteligente que le garantice la apertura de las puertas del continente sin remilgos ni sospechas: combinar «el poder inteligente y suave» con «el poder duro» (el de las armas), en una relación de equilibrio que le permita afianzarse como principal socio comercial de ese continente, lograr la estabilidad y el «buen gobierno» en áreas de interés estratégico, y desplazar la competencia de otros horizontes como China, que tantos dolores de cabeza le ocasiona con sus propuestas de cooperación hacia los países africanos.
AFRICOM: arma para controlar riquezas

Con el objetivo de garantizar sus fuentes de energía (petróleo y gas) y rutas de transporte, el Pentágono, en alianza con el poder político y los i
ntereses corporativos en la región, impulsaron la creación del Comando Militar de EE.UU. para África (AFRICOM), que aunque comenzó a operar el 1º. de octubre de 2008, ya funcionaba desde un año antes bajo la tutela del Comando Europeo.
El poder militar ha publicitado a AFRICOM como un proyecto de cooperación que permitirá combatir la pobreza, las epidemias, las amenazas transnacionales de la seguridad, el peligro de las armas de destrucción masiva, el tráfico ilegal de drogas, el «enemigo común» que es el terrorismo, la prevención de conflictos, las ope
raciones humanitarias y la reconstrucción de los Estados.
Para cumplir con estos objetivos, este nuevo proyecto de intervención trabajará conjuntamente con agencias y estructuras de mando como el Departamento de Estado, la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI), entre otras.

Sin embargo, detrás de esa verborrea seductora, Washington esconde sus verdaderos móviles: garantizar el control de aquellas áreas que le son cada vez más importantes por sus riquezas de petróleo y gas, y para ello utilizará la diplomacia mientras le funcione, y la presencia militar estará como una amenaza permanente y será usada si fuera necesario el día que los intereses norteamericanos en África se vean amenazados.
No es una coincidencia que AFRICOM haya surgido justamente cuando Estados Unidos importa de ese continente el 21 por ciento del hidrocarburo, fundamentalmente desde zonas muy ricas como el Golfo de Guinea, Nigeria, Gabón, Sao Tomé, Guinea Ecuatorial y Angola. Según el Consejo de Inteligencia Nacional (National Intelligence Council), la cifra crecerá hasta un 25 ó 35 por ciento para 2025, además de que se trata de un petróleo de muy buena calidad y de fácil extracción por ubicarse sus pozos en la costa o zonas submarinas.
Por otra parte, la presencia militar de EE.UU. es cada vez más visible desde el surgimiento de AFRICOM, que también se ha planteado entre su
s objetivos el trabajo conjunto con los gobiernos y ejércitos de la región, a quienes les ofrece entrenamiento, asesoramiento y armamentos. Por ejemplo, la DynCorp, una de las empresas privadas que más dinero se ha embolsado en el sucio negocio de la guerra, gracias a los sustanciosos contratos con el Pentágono en servicios mercenarios, ha asumido en Liberia la tarea de reestructurar las fuerzas armadas y entrenar a la policía.
También, en ese país, se creó el primer batallón
de la Brigada de Infantería número 23, con la asistencia y el entrenamiento de Washington, como parte de un programa destinado a la reestructuración y modernización de las Fuerzas Armadas Liberianas.
Washington muestra su «mejor» cara a ÁfricaAsimismo, ejercicios militares conjuntos se realizan en el Golfo de Guinea, una de las zonas más ricas en petróleo. También en Malí se ejecuta un programa de ejercicios militares denominado FLINTLOCK, encaminado a establecer en un futuro, una fuerza de pacificación e intervención humanitaria. Estas operaciones contarán con la acción de aviones norteamericanos como el Hercules C-130 utilizado en la guerra contra Vietnam, y el Osprey CV-22, el cual puede volar en cualquier condición meteorológica y de visibilidad.
De esta forma, en los crónicos conflictos que presuntamente AFRICOM «resolverá» y que ha heredado la administración de Barack Obama (Sudán, Somalia, República Democrática del Congo, la crisis política en Zimbabwe) no intervendrá directamente las fuerzas armadas de Estados Unidos. Las tropas para intervenir serán africanas y están siendo entrenadas por los militares de ese comando, al mismo tiempo que muchos países de la región cambian sus viejos armamentos por los de factura estadounidense.

Incluso, antes de que Bush anunciara en febrero de 2007 la creación de AFRICOM, ya existían programas militares para el continente. Desde 2002, aproximadamente 1 800 efectivos estadounidenses han sido desplazados en una base en Djibouti, presuntamente para combatir redes terroristas en esa nación. Este programa también cubre a otros países como Etiopía, Eritrea, Yemen y Somalia.

Sin una sede africana

Hasta el momento, AFRICOM radica en la ciudad alemana de Stuttgart, debido a que la idea de emplazar el cuartel militar en alguna nación africana no ha sido bien acogida por los gobiernos y organismos regionales que guardan sus reticencias respecto a este programa interventor.
Solo Liberia ha manifestado su intención de acoger la sede del comando, aunque el gesto de Monrovia no recibió la respuesta de Washington, al mismo tiempo que no sintoniza con la posición de los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de los países de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, que concuerdan en no aceptar en casa a los militares norteamericanos. Igual postura tuvieron los países de la SADC.
En el propósito de enamorar a África con una política exterior menos agresiva y diferente a la cara mostrada a Iraq y Afganistán, EE.UU. ha llevado a cabo una gran ofensiva diplomática con los países de ese continente, en la que se incluyen los dos periplos de Bush por varios países del continente, prometiendo ayuda financiera para combatir pandemias como el VIH/SIDA y la malaria. Esta administración también desarrolló mediaciones en varios conflictos y crisis políticas en la región, así como recibió a varios presidentes africanos en la Casa Blanca.
Sin embargo, los esfuerzos de Bush no lograron establecer el comando en el teatro de operaciones.
Estos entuertos y frustraciones no cejan el empeño de EE.UU. que no se conforma con la sede AFRICOM en Europa. Por tanto, Washington sigue mostrando a África su «mejor» cara. Convencer a la región de las «bondades» de la propuesta estadounidense seguirá siendo un punto por resolver en la agenda de la política exterior norteamericana, la cual se mantiene invariable, aunque el inquilino de la Casa Blanca sea un negro con raíces kenyanas.

*La primera imagen muestra a soldados norteamericanos brindando atención médica en Goubetto, Djibouti. La segunda revela operaciones militares en el Golfo de Guinea, una zona muy rica en petróleo y de gran interés estratégico para Estados Unidos. Fotos: AFRICOM

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