Revista Educación

Y le daba igual todo lo demás

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Y le daba igual todo lo demás

Y le daba igual todo lo demásEl contenedor estaba vacío. Había restos de basura pegada a las esquinas, y olía muy mal. Media hora antes estaba en la cama y ahora recibía ese embate húmedo y apestoso del cubo de basura. Una náusea arribó a la parte alta de su estómago. Tiró dentro la bolsa de pañales y cerró de golpe la tapa, que retumbó en el callejón como la lápida en el santo sepulcro.

Serían las 6 de la mañana, y las gordas gotas que empezaron a caer, entre destello y destello de los relámpagos, solo avanzaban que el otoño ya había llegado de nuevo. Por su cabeza pasaron las horas en la playa, las cervezas frías, las conversaciones interminables, las puestas de sol -allá a las 9 y media- y todo lo que acarreaba el verano. Chimpún, se acabó, otro húmedo final de año por delante y los trayectos hasta aquel pueblo lejano y solo, las horas en el aula, los desayunos a media mañana. "Total -pensó- si a mi no me gusta el calor".

Cuando llegó al coche ya llovía con fuerza, casi granizaba, y no dejaban de caer relámpagos arrullados por los estruendos de los truenos. Puso una sonrisa y la radio; le habría gustado escuchar una pieza de Einaudi pero sonó Lady Gaga. Condujo a través de la noche y la lluvia; en un momento bajó la ventanilla y dejó que entraran las gotas frías que, según recordaba de cuando le enseñaron el ciclo del agua en octavo de EGB, venían del mar.

En ese momento pensó que era feliz bajo la lluvia. Y que le daba igual todo lo demás: la gente malencarada, el vecino que no saludaba porque estaba preocupado porque el perro le ensuciaba el coche con las patas mojadas, las quejas por las nubes, la añoranza pueril y absurda de la playa y hasta el olor de los contenedores sucios.

Para Idaira y Yaiza, tan raras que les gusta tanto la lluvia como a mi.


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