Revista Educación

Ya habíamos renunciado antes

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Ya habíamos renunciado antes

De unos meses a esta parte se lee de vez en cuando eso de La gran renuncia. La primera vez que lo oí fue de la voz del periodista Santiago Camacho, en su estupendo podcast DEX (ya están tardando en escucharlo si no lo hacen ya). Ahora aparecen reportajes a cuentagotas en medios digitales, escritos y en informativos televisivos. Todo porque parece que hay un aumento de personas que en Estados Unidos han renunciado a sus puestos de trabajo, sin miedo al futuro, y han dejado a los empresarios sin entender nada. Al parecer el término lo acuñó un académico estadounidense, Anthony Klotz, que propone también diferentes causas, entre ellas el agotamiento mental o una supuesta caída del caballo con la pandemia, esto es, una iluminación momentánea que les hizo descubrir a los ya ex trabajadores que eran infelices y necesitaban un cambio radical en sus vidas.

En la letra pequeña, algunos analistas hablan de los sueldos bajos y los altos alquileres (sí, también en Estados Unidos), que provocan que algunos jóvenes trabajadores vivan en tiendas de campaña en las calles, aunque se encuentren trabajando en compañías de conocido nombre. Es que la gran renuncia no me parece un nombre adecuado. Eso ya lo hemos hecho muchos antes. Olvidarnos de la estabilidad que nos prometieron nuestros mayores una vez, si estudiábamos y nos esforzábamos. Renunciar a eso de comprar una casa, viajar, estudiar ese máster que parece no tener salida laboral pero que te apasiona, emprender, tener hijos, independizarte, dedicarte a la escritura. La especulación, el capitalismo más exacerbado, sólo nos ha garantizado la renuncia. Lo de abandonar un trabajo que no te llena, o no te permite pagar las facturas y llegar a fin de mes, que perjudica tu salud y te lanza al grupo, cada vez más numeroso, de trabajadores pobres, es apostar por la dignidad, gritar a la economía que no merece la pena, que todavía hay una semilla de conciencia de clase obrera, esa que luchó por una jornada laboral que permitiera vivir y no sólo trabajar, que sabe el poder de la mano de obra y que todavía se valora como merece.

Ya habíamos renunciado antes
Ilustración ©stories/Freepik.


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