Revista Educación

Yo también

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Yo también

Fue una tarde paseando por Pamplona cerca de un colegio lleno de árboles en flor. El ahogo comenzó como cualquier otro ataque de alergia asmática, pero no transcurrió igual. El aire no entraba, la sensación de ahogo iba en aumento y la única opción parecía que era ir al hospital.

Terminé en urgencias con el medidor de la saturación en el dedo y una aguja en la arteria para realizar mi primera gasometría, una prueba excesivamente desagradable. No llegó el Urbasón. El resultado fue claro: no había nada raro, no tenía nada que ver con la alergia, era un ataque de ansiedad.

Respirar en una bolsa, tratar de tranquilizarse, no obsesionarse con el ahogo, diferenciarlo de los ataques de asma... Son palabras que aún hoy me acompañan. Cada vez, cada momento. El ahogo pasó a la ganas de vomitar, de ahí a la paralización para terminar en la ingesta compulsiva de comida.

Nunca se ha ido. Comenzó como consecuencia del tratamiento hormonal para la endometriosis y se ha quedado conmigo para siempre. Aparece cuando le da la gana, no siempre en los peores momentos, y se va también si quiere.

Tras ese ataque, médicos y más médicos. Psiquiatras para los que todo era un trastorno alimenticio hasta que encontrabas el que relacionaba causa efecto, hormonas-depresión y ansiedad. El problema es que se fue la causa, pero no el efecto.

A partir de ahí, hay una compañera que está conmigo demasiado tiempo en cada problema, cada obstáculo o, incluso, en muchos momentos tranquilos.

El domingo fue el Día de la Salud Mental y he escrito esto porque creo que visibilizar ciertos problemas es necesario. Lo he hecho con la endometriosis y con todos sus efectos asociados, incluido este que se ha quedado para siempre.

Hay tanto que mejorar en la atención pública, hay tantos tabúes que romper entorno a la enfermedad, especialmente ante la enfermedad mental, que solo espero que esto ayude a que alguna persona no se sienta sola.

Sigo yendo a terapia, sí. Más cuando me lo puedo permitir y menos cuando el bolsillo aprieta, porque, desgraciadamente, cuidar la salud mental, en la mayoría de las ocasiones, es patrimonio de unos pocos.

Solo espero que algún día también desde el ámbito público seamos capaces de cuidar de nuestra salud mental en todas sus dimensiones y para todas las personas.


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