Revista Educación

Yue Xia Lao Ren

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Yue Xia Lao Ren

Antes de alentar crisis mundiales derivadas del consumo desmesurado de trigo o petróleo, destrozar el pequeño comercio con la venta en serie de todo tipo de bienes o propagar virus procedentes del consumo de animales como el pangolín, el murciélago o la corrientucha rata, se supone que los chinos se dedicaban solo a inventar cosas útiles, bellas y nobles.

La China que nos gusta recordar es aquel lejano e inmenso país que inventó el papel y la pólvora, con una muralla que se ve desde el espacio exterior, donde las mujeres son menuditas y delicadas como el junco, los hombres son duchos en la meditación trascendental y practican el kung-fu. La tierra superpoblada donde proliferan hermosas leyendas con su correspondiente enseñanza.

En mis manos de niño lector empedernido cayeron hace mucho dos libros que compilaban aquellas historias, ornamentadas con estampas exquisitas y coloridas. Entre las que más me cautivó estaba precisamente la que cerraba uno de los volúmenes, "Dragones, dioses y espíritus de la mitología China", que narraba las maravillas del Dios del Matrimonio, capaz de unir desde el cielo, fuera del control humano, a aquellas personas destinadas a estar juntas.

El proverbio decía que Yue Xia Lao Ren, el anciano bajo el claro de la Luna, ataría sus pies con un hilo rojo, y "no importa si es hombre o mujer, si ambas partes son enemigos o han crecido muy lejos el uno del otro, pobres y ricos, o de diferentes países... Sus pies están atados y ya no tiene sentido buscar a otra persona".

Un día algo pasa. Y alguien te recuerda lejanamente a aquel que llegaba al gimnasio con pinta de enterado, barbilla levantada y mirada perdida al frente, con su maletín y su aire de estirado. El que tan mal te hacía sentir porque jamás te saludó pese a haberte tenido a un metro de distancia durante años sin tan siquiera mirarte. Ese ser que siempre estaba con una copa en los bares a los que ibas, hablando con todos menos contigo, esquivando incluso tu mirada.

Muchas personas pasaron por tu vida y por la suya, dejando la huella imborrable con que nos señala la experiencia a través de décadas de vivencias buenas y malas, decisiva contribución a lo que hoy eres. Quién iba a decir que el impresentable que nunca puso su mirada en ti, solo soñaba con encontrarte.

Hoy, cuando tu entorno solo ve coronas, virus y escasez de papel higiénico, el universo entero se reduce a ese instante en que tus ojos se posan en los suyos. Y para él la felicidad se reduce a rozar con sus dedos ese pie en el que que luce, irrompible, un lazo rojo amarrado alguna vez por Yue Xia Lao Ren.


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