Zumba en el salón

Escuchar muchas veces a los abuelos y a los padres suponía conocer vivencias de momentos históricos: la Guerra Civil, la posguerra, el mayo del 68, la muerte de Franco... yo no había vivido realmente un momento histórico, pero histórico-histórico, y ahora soy consciente de que no solo lo estoy viviendo -y de qué forma- sino que mis hijas, en su escaso entender aún, también lo viven.

Esta reclusión obligatoria en nuestras casas y con un nivel de estrés brutal como el que observo y he sentido estos días, difundido o no por redes sociales, me lleva a pensar en un batiburrillo de ideas desordenadas que no soy capaz de situar en una línea narrativa. Lo de siempre, vamos, que tengo pensamientos que se aglutinan sin orden ni concierto, ¡mi sino!

Pienso, por ejemplo, en las dificultades que como seres humanos tenemos para adaptarnos a situaciones excepcionales, de cierta angustia; pero también veo cómo brota la creatividad de muchos, digna de elogio. Genios y genias no hay tantos, lo que pasa es que copiar es algo que ahora mismo se perdona. Porque ustedes discúlpenme, pensarán que soy una desagradecida, pero lo de los conciertos en los balcones me pareció original al principio, pero todos los días... (luego habrá conciertos y conciertos).

Pienso también en mi fortuna, una vida fácil, en realidad, si miro un poco más allá y observo que hay gente que hace auténticos malabares para teletrabajar, atender niños, atender padres, preparar comidas, limpiar la casa... Yo tengo encima esa lista también, aunque por suerte mis padres se manejan solos y apenas tengo que videollamarlos todos los días para hacer la ronda.

Pienso en mis amigas y las circunstancias de cada una; en los compañeros, conocidos... en los que hace mucho de los que no sé. De pronto ayer hice la lista mental de gente con la que hace tiempo que no hablo y me lancé como una posesa a mandar mensajes...

-¿Estás bien?

Y luego, después de esos pensamientos intensos, vas y tratas de cuadrar una hora para echarte unas risas y liberar la cabeza con los compañeros de este blog a través de una de las tropecientas aplicaciones que no conocías de llamadas múltiples con vídeo pero qué va: una tiene un cumpleaños virtual ineludible, otro tiene una partida rara de juego de mesa, la hay que tiene hora fija para jugar con el perro o la gallina y ya, la que faltaba, le toca una clase de zumba en el salón.

Nos vamos extinguir, que lo sepan.