Sesión discontinua nació como una sencilla página personal, construida en un HTML rudimentario y con dos retos personales firmemente autoimpuestos: 1) comentar todas (absolutamente todas) las películas que veía en el cine y 2) intercalar artículos de fondo sobre temas más teóricos. Acerca del primer reto debo decir con orgullo que no he fallado ni una sola vez en estos diez años: toooodas las películas vistas en sala tienen su correspondiente entrada. El resultado: dispongo/dispones de un completísimo repositorio sobre el cine que he visto en la última década. El que disponga del tiempo y las ganas, podrá detectar fácilmente que dé pie cojeo en mis temas, obsesiones, recursos de estilo... Ahí está todo. Es más, la emanación creativa ha rebasado el objetivo inicial y ha alcanzado revisiones caseras, descubrimientos casuales e inducidos y otros hallazgos imprevistos. En cuanto al segundo reto, los textos teóricos (sin duda influenciados por mis estudios de tercer ciclo), tras lograr dar salida a algunos temas que rondaban el trastero de mi mente desde hacía años, ha ido mutando hacia análisis de fragmentos y filmes especiales, títulos y momentos que han marcado mis gustos y preferencias cinematográficos. La relación cronológica de estos textos también resultaría sumamente reveladora de muchas y grandes incoherencias, y también (no lo descartemos tan rápidamente) de alguna que otra intuición genial.
Tres años después --en abril de 2006-- di el salto a la blogosfera: el blog, un formato entonces novedoso hoy completamente asentado por función, aplicaciones y contenidos. El cambio me permitía despreocuparme de la parte técnica, ofrecer utilidades, mejorar ostensiblemente la interfaz de usuario y, finalmente, adquirir presencia gracias a las búsquedas de Google. Porque esa y no otra es la razón de haber recalado en Blogger: tener detrás el buscador de referencia de internet. Por eso el primero que abrí en Wordpress (en el creo que sólo colgué dos textos) ya debe formar parte del limbo de blogs abortados. Descanse en paz.
También me planteé, desde un principio, que el visitante/lector dispusiera de elementos con los que juzgar mis comentarios, opiniones y previsibles derivas teóricas; por eso --y porque estoy convencido de que no se puede valorar ninguna aportación a la historia de cualquier arte sin comparar con lo previamente existente-- escribí un Decálogo, una síntesis de mis títulos y géneros favoritos y también de los que más aborrezco (algo así como mi fondo de armario en cuanto a fetiches fílmicos) y una escueta biografía, para facilitar la tarea de ser etiquetado, comparado y/o calado. A los tres textos les debo una actualización que dé cuenta de mis últimos diez años de evolución cinéfila...
Además del estilo, otros detalles estéticos fueron modelando mi protocolo de publicación hasta dar a mis textos el aspecto que hoy presentan. En este proceso, además de los diversos widgets, he ido añadiendo otros meramente formales: insertar una foto al comienzo (alternando siempre izquierda y derecha, una manía que sólo obedece a mi sistematicidad congénita) desde abril del 2007 de forma continuada, y el trailer (o vídeo relacionado) desde mayo del mismo año. Unos meses antes (febrero de 2007, en la crónica del documental Invisibles) incorporé mi propia versión de lo que yo denomino el «sobretexto»: fragmentos en negrita que permiten una lectura rápida, sin entrar en detalles, un recurso habitual de determinada prensa especialmente pensado para los inquietos y los muy ocupados, en plan resumen ejecutivo. Internet y las pantallas retroiluminadas nos han quitado ganas de leer y capacidad de concentración, así que hay que adaptarse o desaparecer; no queda tiempo ni espacio para florituras, es necesario ir al grano. Y como no siempre se puede, el sobretexto da la impresión de que el autor se acuerda de los que tienen prisa.
La crítica cinematográfica consiste dar una primera impresión y una valoración global, teniendo cuidado de no arruinar la experiencia al lector/espectador, pero todo debe hacerse de una manera argumentada, más allá del momento y del cronista: mis preferencias, manías, obsesiones, premisas y mitos preexistentes sobre el cine cuentan, pero no pueden ser determinantes. La labor del crítico, en ese caso la labor personal de quien esto escribe, lo repito una vez más, es convencer al lector de que la narración es un elemento fundamental para la comunicación, sin ella no hay significado, ni arte, ni crítica, ni nada. No es el único requisito necesario para que exista comunicación, puesto que hay filmes que llegan al espectador de una forma instintiva y no estructurada (mediante el guión o la técnica), pero ciertamente son pocos y es un proceso que lo fía todo a la aleatoriedad del estado de ánimo y del contexto... Puede que tengan su mérito, pero a mí me parece que es como jugar a la ruleta rusa. La narración, en cambio, exige un bagaje previo, una racionalización, un deseo de hacerse comprender, de transmitir inquietudes, dosificar información, revelar deseos... En la autoexigencia de ese trabajo reside el verdadero mérito de una película.
Para celebrar esta primera década de Sesión discontinua he decidido abrir el desván y airear aquellos primeros textos que todavía duermen en la web original (y que todavía actualizo por una mera cuestión de seguridad): en algunos casos porque el tiempo los ha dotado de un valor y clarividencia envidiables, en otros porque me quedaron bien y merecen dar el salto al blog (con su foto, su trailer y su sobretexto), y en otros para conocer con precisión mi itinerario durante esta década. Así pues, durante todo este 2013, el «Archivo Sesión discontinua» saldrá a la luz, debidamente maquillado, retocado y/o comentado (para matizar o poner al día algunas afirmaciones y opiniones). Espero que lo disfrutéis tanto como a mí me costó parirlo.
Para mí es un orgullo comprobar cómo Sesión discontinua se ha convertido, después de una década, en un resultado habitual en las búsquedas sobre cine en español, y todo gracias a los lectores como tú: tanto los fieles como los esporádicos, los que se sienten alineados con mis opiniones como los que buscan una contracrítica antes o después de ver una película... También gracias a los que llegan por error y no se quedan más de diez segundos, a los que les basta con saber que hay nuevas entradas y las dejan para después; pero especialmente a los que comentan, a los que abren el debate, contradicen, proponen, apoyan o divagan; porque, en definitiva, la lectura o el tema no les deja indiferentes. Puede que toda esta gente, puesta en fila, no sea suficiente para rodear un estadio de fútbol, pero su fidelidad me ha servido de acicate. Y también, por descontado, a esa desazón que, desde hace diez años, me persigue desde que veo una película hasta que publico la crónica...
A todos, gracias.