Agosto de 2003. Tumbados cerca de un olivo centenario en Ultramort, nos absorbe la lluvia de estrellas de la noche de San Lorenzo. No a todos... Valentí Llagostera (Mas Doix) ha sido ya abducido y rompe la noche con sus ronquidos. De la espontaneidad nacen amistades verdaderas. De ese ronquido estrellado nació una, junto con la promesa de una vendimia futura.
Septiembre de 2004. Tras una vendimia muy compleja en 2003 (esos malditos calores que azotaron Europa...), 2004 se presenta con unas maneras, unas frescuras y unos puntos de maduración históricos. La promesa se hace realidad y a pesar de las lluvias que en el Priorat septembrino no son infrecuentes, disfrutamos de nuestra primera vendimia entre Poboleda y Escaladei.
Mi relación con el mundo del vino cambia radicalmente desde ese momento. Estar en el campo a los pies del Montsant, vendimiar en viñedos de cariñena y garnacha de costers históricos (no sabía en esos momentos que uno de ellos era, además, más que centenario), entrar la uva, seleccionar y empaparte de los aromas de la fruta y de ese inicio de fermentación que todo lo llena y todo lo puede... La parte más auténtica y profunda de la cultura del vino muerde mi alma. No hay posible vuelta atrás. No la ha habido ni la habrá ya. Me dedique a lo que me dedique, el vino está ya en mí y forma parte de mi manera de ser. Por primera vez me siento integrado en la naturaleza hecha paisaje con vides, no soy un mero espectador. Ya no me conformo con descubrir y beber. Quiero entender y formar parte de esa comprensión y de su transmisión.
Octubre de 2005. Tras otra vendimia muy buena (en la DOQ Priorat, 2004 y 2005 son dos grandes añadas, aunque por razones distintas), volvemos con Valentí de Poboleda a Barcelona. Conduce él y como quien no quiere la cosa (es discreto en sus proposiciones), me dice "oye... a ti que te gusta tanto la literatura" (él conoce bien mi formación y mi trabajo) " y también escribir, y ahora estás empezando a estudiar y a conocer el mundo del vino, ¿por qué no escribes un blog de vinos?" "¿Un qué...?!", pregunté yo. Él (siempre muy en la última tecnología) me contó de qué iba la cosa. Llegué a casa y empecé a investigar. Desalentadora búsqueda al principio... Blogs que parecían libros, mínima presencia de fotos, nula atención a qué requería el medio, a la compaginación entre texto y fotos, al tiempo que una persona dedicaba a leer un post...
Junio de 2006. Aprendí la técnica, seguí estudiando y bebiendo y el 1 de junio de 2006, hoy hace 10 años, me lancé. Gracias a Valentí, me lancé. No pienso hacer ninguna reflexión sobre los blogs ayer y hoy: prometí dejar ese camino. Sólo quiero decir que este blog se ha convertido, con los años, en una fantástica herramienta de aprendizaje para mí: de aprendizaje de lectura y de escritura, de vinos, de maneras de hacerlos y de personas que los hacen y los disfrutan. Este blog ha sido la mano abierta y tendida que ha estrechado quien ha querido. Ha sido la aldaba que ha llamado a las puertas de tanta y tanta gente del vino sin encontrar jamás un "no" por respuesta ni pedir una publicación a cambio. Quizá algún "vuelve mañana, hoy no puedo" y algún "no estoy", pero jamás un "no". Ha sido, además, la puerta a una enseñanza de vida que jamás hubiera soñado tener. Me ha hecho disfrutar, vivir, cambiar, viajar, escuchar, mirar y ver, charlar, sufrir y reencontrarme, ser otra persona. Me ha permitido integrarme, confundirme, compartir, emocionarme, percibir las cosas de otra manera. También ayudar. Ha sido una bonita herramienta de transmisión, de información, de colaboración, de ayuda. Pasiones compartidas con tanta gente...
Junio de 2016. No se me ha ocurrido mejor manera de celebrar estos 10 años de vida que abrir y beber la botella que Valentí nos regaló de las uvas que crecen en el coster centenario que alguna vez habíamos vendimiado. Ahora el vino tiene nombre, Mas Doix 1902 (el año de plantación de esa cariñena). Y 2009 fue la primera cosecha que embotellaron. He tenido la suerte de poder beber alguna de las "pruebas de autor" que los Doix-Llagostera habían hecho antes de esta primera botella comercializada, 2005 por ejemplo. Desde el primer momento he pensado que es un vino único, nacido en un lugar muy especial, que explica como pocos la historia del Priorat (la importancia capital de Joan Doix y de su padre) y transmite como pocos los sabores y aromas de una parte de esta tierra. 2009... Año de nieves en invierno y de lluvias en primavera. Año de calores extremos en julio y agosto, aunque con noches frescas. Año de lluvias y temperaturas más moderadas en septiembre. 2009: un año muy bueno... Doble mesa de selección, fermentación a temperatura controlada con sombrero sumergido, 16 meses en barricas de roble francés de grano extrafino, embotelladas 850 botellas en mayo de 2011 sin clarificar ni filtrar. La mía ha sido la número 372. 15%.
(29 y 30 de mayo de 2016) Muros de piedra seca rodean el monasterio. El scriptorium huele a anochecer, a pergamino y a piel de ternera, a tinta azul bien oscura. Los ojos de este vino están en las manos, las manos en la tierra. En la tierra se hunden las raíces viejas de cariñena, en la cariñena está el cielo. El olfato sigue las huellas de los dedos del monje. Finura y elegancia. Intensidad y atención. En la copia existe la lectura previa; en la memoria, la traición. Hay que leer siempre con ojos nuevos, aunque sean los de la memoria antigua, intuitiva. Este vino huele a Virgilio, huele a pureza intacta, huele al final de las Bucólicas. (Apolo en Baco: vino coronado de laurel.) Humo a lo lejos en el anochecer del Priorat. Sombras redobladas por el sol que se oculta. Las hogueras señalan el camino al que vuelve del campo. Hierro y fuego. El pozo de agua fresca da la bienvenida. Laderas de llicorella, tierra de austeridad. Cuando bebes este vino, el silencio se impone como norma: la palabra precisa, el sentimiento, no tienen por qué pronunciarse. Siempre están contigo para quien quiera entender. Y volver a la ley del poeta, que es la de la observación, la de la sabiduría discreta, la de las sensaciones sin filtros y sinceras. En la naturaleza está la medida de todas las cosas, también las que no se entienden. Y su transmisión.
Gracias de corazón a todos los que me habéis ayudado a llegar aquí, hoy.