Mi entrada de hoy es la más personal de las que he publicado en este poquito tiempo.
El lunes fue mi cumpleaños. No me gusta nada cumplir años. Todo el mundo me dice: "eres muy joven aún como para odiar cumplir años". Y no es que no lo sepa, pero me asusta la idea, y no lo puedo evitar. Y aunque sean veintitrés y toda una vida por delante, recuerdo perfectamente el primer día que pisé la Universidad con diecisiete, llena de ilusión y de miedo, y pienso en que este año, y con esta edad que acabo de cumplir, todo ello acaba. No puedo explicar mi alegría al terminar la carrera de mi vida. No hay nada que me haga tan feliz, ni que pudiera haberme hecho crecer tanto, pero es inevitable recordar ese primer día como si fuese ayer, ver que todo acaba, y no sentir que el tiempo pasa demasiado deprisa.
Este cumpleaños, en cambio, lo he vivido con más cariño. Sé que es, posiblemente, mi último cumpleaños en casa, y he querido recordarlo de forma especial, precisamente en casa. Soplé las velas, y pedí el mismo deseo que pido todos los años desde que tengo uso de razón.
Gracias a mi familia y amigos (aquellos que realmente lo son) por recordar mi día especial. Gracias a ti, por vivir tan lejos y estar tan cerca, y por enviar mi regalo con el mismo papel con el que siempre envolvemos: la caja verde de correos.
Miiiiiles de besos, (un año más viejita) S.