En algún viejo diario o archivo electrónico se podrá leer dentro de unos siglos el encabezado de este post.
Después de muchos comunicados en falso parece que estamos delante de la confirmación definitiva, la Voyager 1 ha abandonado la heliosfera, es decir, ha dejado atrás la zona de influencia de los vientos y partículas provenientes de nuestro Sol.
Han hecho falta 18.000 millones de kilómetros y 36 años de viaje para que un objeto fabricado por el ser humano se convierta en un viajero interestelar. El 25 de agosto los pocos sensores que aún funcionan de la anciana sonda detectaron una brusca disminución en la cantidad de partículas procedentes de nuestra estrella y un aumento de rayos cósmicos de origen interestelar.
Tras el sobrevuelo realizado en 1979 de Júpiter y su gran familia de lunas, en particular Io donde descubrió su gran actividad volcánica, se dirigió hacia Saturno al que llegó en noviembre de 1980. Realizó numerosas observaciones y fotografías de su peculiar atmósfera y de su impresionante sistema de anillos. Pero un descubrimiento inesperado cambió el futuro de la sonda para siempre, Titán (la mayor de las lunas) tenía atmósfera y un color naranja misteriosamente atrayente, los encargados de la misión decidieron que merecía la pena acercarse más y encendieron los propulsores. Esto provocó un cambio en la trayectoría de la sonda que la alejó de la eclíptica de nuestro sistema solar, impidiendo sus programados sobrevuelos en Urano y Neptuno.
Eso fue el final de su programa de observación planetaria. Pero aún tenía que cumplir algunos cometidos que se han convertido en verdaderos símbolos de la exploración espacial. En febrero de 1990 sus cámaras se dirigieron hacia un pequeño punto azul pálido situado a unos 6.000 millones de kilómetros de su posición, enfocó ese pequeño pixel y obtuvo una imágen que algunos hemos visto cientos de veces.
Uno de los responsables de la misión era un astrónomo y divulgador con una visión del Cosmos muy particular. Un tal Carl Sagan sugirió que sería una buena idea obtener una imagen de nuestro mundo reducido a un pequeño pixel flotando en la inmensidad del océano cósmico. Si, lo siento, lo voy a volver a poner, creo que cada vez que alguien ve por primera vez ese vídeo es como una pequeña oportunidad que se abre para nuestra raza, a veces al que lo ve le inspira por saber un poco más de aquel curioso científico… a veces para la reproducción a los pocos segundos de empezar el vídeo,… merece la pena intentarlo una vez más.
Por si fuera poco este emisor de la humanidad, que se dirige lentamente hacia el centro de la galaxia, lleva acoplado un disco de oro con sonidos e imágenes representativos de la vida en la Tierra. Quizás varios milenios después de que nuestra especie se haya extinguido este pequeño disco sea una de las pocas pruebas de nuestro fugaz paso por el Universo. “Si, vivimos y evolucionamos en una pequeña roca en un rincón de una galaxia espiral, fuimos capaces de desarrollar una tecnología capaz de enviar emisarios mucho más lejos de nuestras fronteras… y aquí está la prueba…”
Por cierto, si alguien esta noche quiere felicitar “directamente” a la Voyager 1 aquí está su posición actual en nuestro firnamento.