300 espartanos.

Por Paula Lesina
Si tuviera que mencionar un rasgo de mi personalidad que me desagrada es, precisamente, mi incapacidad para mesurar (vos lo sabés, soy "La Desmesurada") De poner un freno a los impulsos y actuar todos los días como si fueran el último día. Sin embargo, es también uno de los rasgos que más valoro de mi identidad. Porque es el que me impulsa con una determinación firme para conseguir lo que quiero. Cuando descubrí que defectos y virtudes no eran más que las dos caras de la misma moneda, aprendí a comprenderme de otra forma. Asumí que mis debilidades eran relativas y se transforman en fortalezas cuando lo necesito. Es una máxima sin excepciones en lo que refiere a limitaciones y capacidades pero rara vez, aprendemos a ser complacientes con esos rasgos que nos gustan poco de nosotras mismas. Rara vez logramos ponerlos en perspectiva respecto al contexto en el cual se expresan.

Mis neurotrasmisores y yo.


Sin duda, la batalla más dura que libramos se produce cuando entramos en franca confrontación con 
"algo" que no pesa más de un kilo: nuestro propio cerebro. 
O dicho de otra forma, el terreno de la épica está entre tus dos orejas. No sé el tuyo, pero mi cerebro tiene la fuerza de 300 espartanos y cuando está dispuesto a dar pelea…no deja lugar a dudas. Pelea. Cuando quiere mostrarme el lado oscuro y salvaje de la vida, pinta una transparencia gris sobre mi percepción del mundo, como recordándome que tiene la potestad de darle forma a mi ser y estar en el mundo.También puede hacernos caminar en la nube, un estado gaseoso y rosa de enajenación idealista por el cual no percibimos las sutiles alarmas de la prudencia. Estado al cual llamamos"enamoramiento" y que para los neurobiólogos se limita a una imperceptible alteración de los neurotrasmisores. Gente muy copada con una profesión científica y todos los escudos racionales que te puedas imaginar, los neurobiólogos te miran con cara de_"No te confundas. No estás enamorada, tenés un problema con la oxitocina".  De esa forma, rara vez sos la protagonista de un proyecto que te ilusiona, lo que tenés es un subidón en la serotonina. Esa sustancia es una vieja conocida de quien escribe porque es la que nos genera "sensación de control". ¿Te suena? Es uno de mis neurotrasmisores preferidos. Ella controla los comportamientos obsesivos y, como notarás, por casa estamos carentes de eso. El día que aprendí sobre la dichosa sustancia, sentí que tenía una excusa para todos los toc. El problema no soy "yo" sino mi química cerebral… ¿A qué suena bien? Es la forma más científicamente autorizada y socialmente aceptada de lavarse las manos.

Y qué pasa si desafío a la biología…


En general, soy reticente a "incorporar" sustancias químicas a mi cuerpo. En consecuencia, mi serotonina se queda en el nivel en el que tenga que estar y las compulsiones las vamos manejando…

Con el tiempo me vuelvo predecible: cuando me frustro, como dulces. Si esperabas una confesión de esas que son una bomba, lamento desilusionarte. La sustancia más dura que pasa por mi cuerpo es la Coca Light. No me digas nada: eso de por sí ya es un hábito nocivo. En mi defensa, cada vez tomo menos y ya puedo prescindir de ella por períodos prolongados de tiempo (quizás dos o tres horas). Casi orgullosa de mí debería estar, considerando que en una ecografía abdominal que me hicieron hace unos años (no sé si te conté pero mi "cuerpo medio" me da problemas desde temprano) no se me veía el hígado porque estaba tapado por una burbuja de gas. En ese momento, si me dejabas dos litros de la bebida de la felicidad me la daba intravenosa.
En fin…como no me resigno a la respuesta científica (aunque sea una solución válida y necesaria para muchas personas) mi búsqueda se orienta en función de la batería de recursos que me ofrecen los 300 espartanos en sus buenos días. 
Porque cuando está bien aspectada hay que ver lo dinámica que puede ser esta cabeza. Y la tuya también. Si estás pensando "eso a mí no me pasa", quiero revocar tu error. Si sos más compleja que una ameba, no podés permitirte pensar desde la limitación de tus capacidades. La gran mayoría de nuestras fronteras son imaginarias y el territorio que está más allá del límite suele ser tierra fértil para las grandes ideas. Ni siquiera es necesario que salgas de tu zona de confort –todavía- para pensar en grande. Si me preguntás a mí, no tendrías que conformarte con menos.
El señor que se frizó a sí mismo era el que afirmaba que si podés soñarlo podés hacerlo.

¿Cómo no voy a creerle a alguien que decidió que podía ser un cubito de hielo transhistórico? Cualquiera que haya convertido un ratón en algo más o menos simpático merece mi respeto. ¿No te parece?

Aut said de boxs.


Cualquier cosa que puedas concebir imaginativamente es una posibilidad para vos. 

Si creés que no sos capaz de concebir nada imaginativamente, entonces te desafío a que pienses "por fuera de la caja". Una expresión poco feliz pero que se entiende de acuerdo a los parámetros de la época que nos toca vivir. De hecho, es una expresión tan popular que, como todo término vulgarizado, pierde su fuerza significativa. Pensar fuera de la caja es aplicar el pensamiento divergente. A mí me gusta más pensar que puedo tener ideas disruptivas. De esas que se te ocurren cuando:
-   Te estás duchando.
-   O en otras actividades que se realizan en el toilette.
-   Caminando por un parque.
-   Mientras jugás con tus hijos.
-   Soñando (literal: en estado alfa)
-   Arreglando el jardín.
-   Preparando el tuco dominguero (nunca será mi caso).
-   Haciendo deporte.
-   Cuando escribís y te dejás llevar por las palabras.
-   Conversando con una amiga muy cercana.

No sé si notarás son todas actividades que, supuestamente, hacés 
"sin pensar".
 La lista anterior es una recopilación de los recursos que podés utilizar cuando querés despejar la mente para que se abra a nuevas ideas. A mí me funciona: la ducha, la caminata, la jardinería y la escritura. Curiosamente, jugar con Camilo me estresa un poco y no es mi momento de mayor relajación. Lo sé, es el toc que no me permite relajarme y jugar. Por eso me conecto con él a través del arte y la creación manual porque cualquier otro tipo de juego simbólico, me pone tensa. Temita a resolver, supongo. De pronto jugar es tu momento de liberación y mientras estás disfrazada de hada –con corona y alas- en plena tea party se te ocurre esa idea genial que no se te había ocurrido antes y no sabés por qué. No le busques explicaciones complejas, el pensamiento disruptivo aparece cuando te liberás de las barreras del super yoEse enano dictador que te dice cómo tienen que ser las cosas. Mientras lo tenés distraído (cuando piensa que estás haciendo algo totalmente improductivo) se escapa por la tangente la creatividad presa del razonamiento crítico. Por eso, cuando quieras darle forma a tus proyectos personales, lo mejor no es concentrarte sino distraerte por un rato. Ya vendrá el momento de la concentración y el enfoque. Ya tendrás que escribir un plan de negocio, un post o un informe semanal. Pero por un rato, olvidate de Rodin. O te transformás en estatua.